El naranja no es otra cosa que una invitación a salir y exponerse a la pandemia

**¡Un emidemiólogo, un supuesto científico, justificando tonterías de un irresponsable que, lo peor de todo, es que por ser presidente del país, es un ejemplo para todos los ciudadanos, bueno o malo, pero ejemplo!


El naranja no es otra cosa que una invitación a salir y exponerse a la pandemia

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2020, 08:46 am

Por Nadia Sosa Vázquez

¿Qué nación ha actuado con la misma irresponsabilidad? México inventó los semáforos con el paso de rojo a naranja, y luego a amarillo, supuestamente en respuesta a que “la infección va cediendo”, a que “ya domamos la pandemia”, y con el naranja se permiten algunas actividades y algunas aperturas de negocios y relajamiento en parques y lugares públicos, lo que es un engaño. Iba a decir que ningún país ha hecho cosa similar en el “pico” de la pandemia, pero esto no es cierto: en Estados Unidos con el presidente Donald Trump a la cabeza, el gobierno estuvo pugnando hasta de manera fastidiosa y machacona con el personaje ese de la cabeza anaranjada que tienen como mandatario, para relajar las restricciones. En abierto desafío a los expertos, el tipo defiende su postura con el argumento de que “se perderá más gente si se sume al país en una recesión enorme”, que si se muere por la infección del virus. “Puedes destruir un país si lo apagas”, dijo el susodicho. “Perdemos miles de personas cada año por la gripe y nunca hemos cerrado el país. Perdemos mucha más gente en accidentes de automóvil y no los prohibimos. Podemos distanciarnos socialmente, podemos dejar de darnos la mano por un tiempo. Morirá gente. Pero perderemos más gente si sumimos al país en una recesión o una depresión enorme. Miles de suicidios, inestabilidad. No puedes cerrar Estados Unidos, el país más exitoso. La gente puede volver al trabajo y practicar el buen juicio”, argumentó el magnate venido a presidente.

Y hablando de mandatarios reacios a proteger a su pueblo de la epidemia global, está Jair Bolsonaro, el de Brasil. En ese país, el sector salud, los gobiernos estatales y los ciudadanos luchan contra la pandemia… y contra Bolsonaro. El nuevo presidente de ultraderecha, el único en Sudamérica que rechaza la aplicación de medidas de distanciamiento social para evitar la propagación del coronavirus, está, paradójicamente, cada vez más aislado. Su negativa a lanzar normas sanitarias de prevención a nivel nacional luego de comparar al COVID-19 con una “gripecita”, ya provocó la ruptura de relaciones con gobernadores aliados, el debilitamiento de la representación oficialista en el Congreso, duros roces con la Justicia y la renuncia de su popular ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta.

En esas estamos con dos de los tres mandatarios de América que tienen el peor desempeño en el combate a la pandemia. El otro, el tercero peor es ni más ni menos que el de México, sí, Andrés Manuel López Obrador, quien hasta en los simulacros y puestas en escena en falsa visita a enfermos de coronavirus, aparece sin su tapabocas, como se le ve en todos lados a donde va. ¿Su infalible remedio contra la infección del coronavirus? Besos, abrazos y estampitas religiosas, empezó recomendando. Y su patiño de cabecera, el doctor Hugo López Gatell, no dudó en decir, para no hacer enojar a su señor, que “la fuerza del presidente es moral”. ¡Un emidemiólogo, un supuesto científico, justificando tonterías de un irresponsable que, lo peor de todo, es que por ser presidente del país, es un ejemplo para todos los ciudadanos, bueno o malo, pero ejemplo!

Y cabe aquí traer el humor del periodista argentino Diego Fonseca, quien se atrevió a criticar al señor López. Bendito él, que siendo extranjero, se salva de ser calificado como miembro de la “mafia del poder” o como parte de la “prensa conservadora y fifí”. Publicó Diego Fonseca en el New York Times: “Es difícil superar a Donald Trump como el peor líder manejando la crisis del coronavirus, pero –hombre- Andrés Manuel López Obrador sí que hace el esfuerzo. Sigan estos hechos. El 4 de marzo, después de que expertos sanitarios de su gobierno recomendaran mantener la distancia social por el coronavirus, el presidente de México dijo que no había nada malo en abrazarse, y lo encomió. Una semana después, la Organización Mundial de la Salud calificaba de pandemia la crisis del COVID-19, e igual no importó: López Obrador siguió repartiendo amor a cientos de personas en sus mítines propagandísticos. El momento cenital de su Virus de los Abrazos llegó cuando alzó en brazos a una niña y la besó ocho veces antes de encajarle tres mordiscos en la mejilla. No acabó ahí: la última imagen del cinismo de un presidente llegó cuando AMLO dijo en una de sus conferencias de prensa matutinas que la defensa contra el virus era la honestidad. Luego mostró dos estampas de santos a los que llamó sus guardaespaldas. En pocas palabras: López Obrador es irresponsable. Su desdén a tomar medidas preventivas y liderar con el ejemplo es una parodia peligrosa de un reyezuelo displicente. México tiene poblaciones vulnerables, ciudades sobrepobladas, transporte público desbordado y un sistema de salud debilitado por los recortes presupuestarios de su gobierno en 2019.”

En el invento del semáforo, éste y sus colores sólo llegaron para sembrar confusión en todo el país. Para empezar, el color rojo no es de máximas restricciones, no al menos como las que se habían impuesto con la Campaña Nacional de la Sana Distancia, porque ya de entrada, el meritito 1 de junio, todo México estaba en rojo, pero como a partir del semáforo todo implica levantar restricciones para entrar a algo que se dio en llamar “la nueva normalidad”, ya se podían abrir hoteles con ocupación de cuartos al 25 por ciento. Los restaurantes pudieron vender comida, aunque sólo a domicilio. Las estéticas, barberías y peluquerías sólo pueden ofrecer servicio a domicilio siguiendo las medidas de higiene, etcétera. Y lo más importante, con el semáforo en rojo, ya se pudieron programar las aperturas controladas y supervisadas de las maquiladoras en la frontera norte, para satisfacer la demanda de partes e implementos que son necesarísimos para completar las cadenas globales de producción de las grandes industrias de los Estados Unidos. Del rojo al naranja, hay más relajamiento, pero la modalidad con el Semáforo Covid, es que el gobierno federal puede seguir manipulando las cifras a su antojo, mientras que deja a los gobiernos estatales la responsabilidad de establecer su propio color. Así, y mientras que en el país se alcanzaron ya –este viernes 19 de junio-, un total de 165,455 casos confirmados de contagio, además de 19,747 fallecidos, la mitad de los estados se abrieron ya a color naranja. Es criminal tanta displicencia, tanto desprecio por la vida humana. Urge que el pueblo se organice para que saque de la presidencia a este gobierno homicida. Si ellos quieren seguir haciendo payasadas y jugando con la fe y la credulidad, con la vida del prójimo, que lo hagan en privado, con sus partidarios y en su tiempo libre, pero no en público, no desde el poder.