El movimiento LGBTTTI: una lucha doméstica

**Y así fue como el capitalismo le ha cortado las uñas a un movimiento humanista y revolucionario, se ha apropiado de él, y ahora lo emplea sin ninguna dificultad, sin que le represente ningún peligro.


El movimiento LGBTTTI: una lucha doméstica

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2019, 09:22 am

Por Ehécatl Lázaro Méndez/
Vocero del Movimiento Antorchista en Colima

¿Era una protesta? No lo parecía, y sin embargo, hubo quienes la llamaron así. Me refiero a la marcha del orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Tansexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) que se realizó en las principales ciudades del país el pasado 29 de junio. En la Ciudad de México, ríos de participantes ondearon la bandera del movimiento, y mostraron de diversas formas sus cuerpos en señal de autoafirmación, orgullo e identidad; 170 mil inundaron el centro de la ciudad, reportó la prensa al día siguiente. No había en los rostros, carteles, banderas y consignas, muestras de irritación; todo lo contrario: era un carnaval para reivindicar la diversidad sexual. Una fiesta en forma, de esas que se han estereotipado como la cúspide de la diversión y el desenfreno juvenil: música estridente, hombres y mujeres bailando sobre carros llamativos, y alcohol en sus diferentes presentaciones. Todo en la alameda central, con miles de personas y durante todo un día. Así concluyó la marcha por el orgullo LGBTTTI.

Si bien pueden encontrarse antecedentes del movimiento desde muchos años antes, el punto de inflexión para la lucha LGBTTTI tuvo lugar en Nueva York hace cincuenta años, en Stonewall. La policía neoyorkina acostumbraba hacer redadas para mantener sometidos a los hippies, opositores a la guerra de Vietnam, comunistas y defensores de los derechos civiles de los negros; además de ellos, quienes tenían orientaciones sexuales distintas a las tradicionales, también eran víctimas de la violencia policial. El 28 de junio de 1969 un piquete de policías llegó al bar Stonewall, frecuentado por lesbianas, gays, etc., y a diferencia de las redadas anteriores, tanto los clientes del bar como los vecinos de la zona se opusieron a la represión y expulsaron a los policías del área; exigieron a las autoridades un trato igualitario y demandaron el fin de la represión por sus preferencias sexuales. El acontecimiento significó un parte aguas en la historia del movimiento, pues al año siguiente se realizó la primera manifestación en conmemoración de la rebelión de Stonewall, y con el paso del tiempo comenzó a replicarse en diversos países para finalmente convertirse en la marcha del orgullo LGBTTTI.

Como se ve, tanto la marcha que se realiza cada año, como el movimiento en general, surgieron como una lucha por la igualdad, como una protesta por el respeto a las diversas preferencias sexuales, y contra la represión ejercida por el Estado. Con el paso del tiempo, las cosas han cambiado. Hoy el movimiento LGBTTTI ha perdido su carácter contestatario y se ha convertido en un objeto que sirve a los intereses del capital. Prácticamente no hay gobierno que no tome la bandera del respeto a las preferencias sexuales para legitimar su administración (incluido el evangélico López Obrador), y no hay empresa que no esté buscando posicionar sus productos o servicios dentro del mundo LGBTTTI para ganarse ese mercado. En la marcha que se realizó el 29 de junio en la Ciudad de México, todo el espectáculo lo sirvieron algunas marcas y el gobierno de la ciudad, que incluso permitió el consumo desmedido de alcohol en avenidas y parques centrales, con el pretexto de un día tan especial. Ahora el movimiento LGBTTTI está domesticado.

Los señores de dinero y los gobiernos, que al final responden a las exigencias del capital, encontraron que la lucha por el respeto a las distintas orientaciones sexuales, más que perjudicarlos, les podía ser funcional. Ganan por partida doble: por un lado explotan un mercado con millones de potenciales compradores; y por el otro el sistema capitalista se legitima como un régimen de libertades, en el que cada quién puede ser lo que decida ser. Así, al tratarse de un movimiento que no amenaza al sistema, y que, al contrario, le sirve para lavarse la cara, la lucha LGBTTTI es no solo tolerada, sino incluso fomentada y difundida por empresas y gobiernos. Y así es como el capitalismo le ha cortado las uñas a un movimiento humanista y revolucionario, se ha apropiado de él, y ahora lo emplea sin ninguna dificultad, sin que le represente ningún peligro.

Pero la aparente solución de los problemas planteados por este movimiento es solo eso, una apariencia. En el fondo, el sometimiento y la represión que vive la comunidad LGBTTTI no desaparecerá mientras impere en el mundo el régimen de producción actual. En este caso, como ocurre también con el sometimiento de la mujer al hombre y los distintos grados de violencia que se desprenden de esa relación, no habrá cambios cualitativos. Se dan pequeños pasos en sus luchas y se avanza lentamente en sus agendas, pero el verdadero humanismo, el trato igualitario que demandan, solo será posible en un sistema que desde sus pilares, en su esencia, sea también más humanitario. Si desde su raíz existen explotados y explotadores, dominados y dominantes ¿cómo esperar que en su copa, este árbol social produzca frutos rebosantes de libertades, igualdad y justicia?

Lo que nos enseña la domesticación de la lucha LGBTTTI es que todo movimiento social que verdaderamente se proponga cambiar este orden de cosas por uno mejor, necesita apuntar sus baterías al centro del problema, al núcleo económico de la sociedad, y unir fuerzas con el resto de los oprimidos. No hacerlo así significa perder la brújula y dejar al movimiento como nave en altamar, a merced de los potentísimos vientos y corrientes del mar océano que es el sistema capitalista. ¿Quiere decir esto que el movimiento por el respeto a la diversidad sexual está subordinado por completo a la lucha por la superación del sistema económico capitalista? No, pues incluso en el marco del capitalismo hay avances importantes en la agenda LGBTTTI, como la legalización del matrimonio homosexual y de las familias homoparentales, entre otros. Sin embargo, la demanda esencial de la lucha LGBTTTI, la igualdad social plena, supera los límites infranqueables del capital. Al final, todos los explotados y dominados del actual sistema de producción, deberíamos tomar como bandera la frase que acuñara Rosa Luxemburgo hace más de cien años: “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Rosa, comunista, por cierto.