El horror nuestro de cada día (345)

EL ÁNIMA DE POTRERO DE BOJÓRQUEZ


El horror nuestro de cada día (345)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2018, 12:23 pm

Por Froilán Meza Rivera

Hace más de 40 años en Potrero de Bojórquez, municipio de Morelos, corría la leyenda de un alma en pena, que bajo la forma de una mujer vestida con una túnica blanca, decían las gentes, todas las madrugadas atravesaba el poblado.

Mi bisabuela, ya muy viejita, nos contaba que la tal mujer de blanco pasaba por atrás de su casa, y que se detenía en el patio para llorar y llenar de terror el alma de las gentes a las que llegaba su lamento. “Se escuchaba como si cantara una lechuza, pero buscaba uno y no había lechuza, sólo la figura del ánima parada sobre el cerco de piedra”.

Bisabue nos contaba que la casa que ella heredó de sus padres era muy grande, y que daba al arroyo, o río, como indistintamente llamaban a la corriente de agua que corría todo el año y que se alimentaba de un manantial no muy lejano. Aquí, el potrero que está entre el ojo de agua que salta sobre una tinajita, y el pueblo, es el mentado Potrero de Bojórquez que le da nombre al caserío. Pues bien, cada noche, según la anciana, el ánima del potrero empezaba su viaje haciendo paradas en dondequiera que hubiera gente.

De manera particular, el ánima se demoraba más tiempo en el patio de mi bisabuela, donde decían que seguramente ahí estaba un entierro. Corría la leyenda de un gran tesoro que trajeron hace más de doscientos años unos bandidos que venían huyendo de una partida de hombres armados del gobierno.

Al principio, a mi bisabuela Alma le disgustaba que la gente hablara del ánima y del tesoro, porque a ella todavía no se le aparecía.

La creencia generalizada era que los bandidos habían asaltado una diligencia que llevaba mucho dinero para pagar a los mineros de una mina de plata y oro que hay aquí cerca. Se decía que a los asaltantes los agarraron aquí en el potrero, pero que ya no traían nada, y que a pesar de que los torturaron hasta matarlos, ellos no revelaron el sitio donde habían escondido el botín. Durante casi cinco años, la gente del gobierno no hizo otra cosa que buscar el dinero, que dicen estaba en monedas de oro, y se habla incluso de que se llevaron a interrogar a varias personas, supuestamente sospechosas de saber el paradero del tesoro. Pero éste, sin embargo, nunca apareció.

Ya en el siglo Veinte, cuando el asunto era sólo una vieja leyenda, empezaron las apariciones del ánima, y a doña Alma en particular, quien a partir de entonces fue obligada a creer en fantasmas.

Pero ¿era mujer el ánima del potrero? ¿Qué tenía que ver con el entierro de los bandidos?

Alma decidió que había que ayudar al ánima de aquella mujer a cumplir “con lo que tuviera atorado”, porque se le había metido la idea de que necesariamente la muertita había dejado algún asunto pendiente, y que este asunto no tenía nada que ver con el fantástico tesoro de las leyendas.

Mi bisabuela dormía en el porche de la casa, para gran disgusto de su marido, quien por otro lado nunca se pudo oponer a los designios de la mujer, y así lo hizo casi por quince días, sin que viniera a ella el ánima del potrero.

“¿Cuál es tu deseo? ¿Qué puedo hacer por ti para que descanses en paz, ánima atormentada?” Una noche, de repente, la mujer se tuvo que sobreponer al horror de tener frente a ella la aparición de una mujer sin carne con un rostro sin facciones, todo calavera.

Algo le dijo el ánima a mi valiente bisabuela, y algo le trajo ésta a aquélla la siguiente noche, y no se sabe qué, porque ella nunca quiso decirnos a nosotros sus nietos y bisnietos, qué asuntos tan delicados fueron tratados entre mujeres tan diferentes pero iguales en esencia.

Bendita mi bisabuela, la heroína de mi infancia, con su ánimo tan bien plantado, porque su acción sirvió para acabar con aquellas apariciones, de golpe y porrazo, como dicen.