El horror nuestro de cada día (331)

¿SE ACUERDAN DE LA MUEBLERÍA VILLARREAL? EL MISTERIO DE MI DEUDA LIQUIDADA


El horror nuestro de cada día (331)

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2018, 18:50 pm

Por Froilán Meza Rivera

El amable lector se ha de acordar que hace ya más de treinta años había una Mueblería Villarreal en la calle 27 y esquina con el Canal del Chuvíscar. Ahí tenían mis padres una deuda que se habían echado de una sala y comedor que sacaron en abonos.

Sucedió que papá se quedó sin chamba de repente y sin haberlo previsto, situación que duró varios meses y que puso a la familia en un verdadero aprieto y que nos arrojó a una vida de muchas estrecheces. Obvio, la deuda con la mueblería creció al haber dejado mis padres de pagar, y los recargos moratorios la hicieron mayor.

A mi papá no le gustaba deber nada, así que empezó a hacer sacrificios extraordinarios, y hasta le pidió prestado a un tío mío, su hermano. Entonces, ya con el dinero del saldo en la mano, fueron mis padres a la mueblería.

“Señorita, queremos liquidar los adeudos atrasados para ponernos al corriente”, le dijeron a quien atendía la ventanilla de crédito.

“Oiga, pero su deuda está liquidada totalmente, y ya no tiene ni siquiera que dar ningún abono”, les dijo la persona.

“Tiene que ser un error, señorita, a mí nada me gustaría más que fuera verdad, pero por favor revise los pagos”, insistió mi papá, con la seguridad de que aquello no era posible.

“Mire”, le dice la empleada, “vaya por favor a la caja con el encargado, él fue el que recibió el pago”. Y hacia allá fue, adentro mismo de la mueblería, la pareja.

El de la caja les refirió que unos días antes, un señor había acudido a preguntar por la cantidad de lo que estaba a nombre de mi papá, expresamente pidió que le dieran el total de la deuda, así que no había error alguno.

Harto desconcertados, mis padres pidieron al cajero que describiera al individuo que pagó esa deuda y los intereses. “Puede ser mi suegro”, pensó mi papá, pero descartó la idea porque el señor no contaba con recursos, “Y además, nos hubiera dicho... definitivamente, no lo hubiera hecho a escondidas”.

“Ah, pero además de pagar la deuda de ustedes”, les agregó el de la caja, “este señor me dijo que no le entregara yo a él las letras, ya que ustedes vendrían después por ellas, y aquí están, para que ya no se preocupen”. Debes recordar que en aquellos años, todo se hacía a mano, y así fue como mis padres recibieron aquellas papeletas amarillas que eran como las que manejaban los cobradores a domicilio... tú no eres tan joven como para que no te haya tocado aquella época.

Como quiera que hubiera sucedido aquello, a mis papás no les disgustó mucho el que ya no tuvieran aquella gran preocupación, así que decidieron aprovechar esa bendición venida de no supieron donde: “Oye, mujer, entonces vamos a pagar también la otra deuda, la de la ropa”.

Y allá fueron, con dinero en mano, a liquidar en la otra tienda.

Pero ¡cuál no sería su sorpresa! Nuevamente, en el otro establecimiento se encontraron con que tampoco debían un quinto. Les dijeron también que, un hombre de las mismas características que el que los favoreció en Mueblerías Villarreal, igualmente los benefició en este segundo negocio.

“Ya no nos debe nada”, les dijeron.

Mudos por esta segunda y grata sorpresa, mis progenitores se atrevieron a preguntar también por el aspecto de este benefactor inesperado. “Es un señor de estatura mediana, ya grande de edad, unos 60 a 70 años, canoso y de bigotes”. El fantasmal pagador de deudas no tenía señas particulares visibles, y al parecer tampoco vestía con ropas muy elegantes, pero tampoco muy corrientes, porque de otra manera se hubieran acordado los cajeros. O sea, que el señor no llamaba la atención.

Entonces, ya en la casa, mi padre y mi madre platicaron largo, y repasaron en la memoria a cada uno de los parientes e incluyeron a los amigos más cercanos, pero nadie, ninguna persona de su círculo de amistades ni de familia, concordaba con la descripción que les hicieron por partida doble, y sin haberse puesto de acuerdo los dos cajeros, del fantasma bueno.

¿Quién y por qué? Sigue vigente la incógnita, a más de treinta años de distancia en el tiempo de aquel misterioso incidente.