El horror nuestro de cada día (225)

EL DIABLO EN EL RODEO


El horror nuestro de cada día (225)

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2015, 23:55 pm

Por Froilán Meza Rivera

Denver, Colorado.- El toro mecánico echaba chispas y los cables chirriaban como afectados por un corto circuito, el ambiente se llenó de humo apestoso a plástico quemado... pero en eso, de en medio de la mini pista de rodeo, se levantó la figura del vaquero que momentos antes había trepado al aparato.

La gente, asombrada y alarmada por lo que creyeron era el inicio de un gran incendio, rodeó al jinete, previendo que tendrían que sacarlo del peligro. El vaquero, sin embargo, lejos de estar lastimado, se levantó sobre la pista y se elevó para literalmente volar encima de todos en el salón.

Se veían ya francamente aterrados los parroquianos, como si estuvieran en presencia del diablo, y así lo parecía, porque el hombre estaba creciendo y ya se veía como al doble del tamaño normal. Se fijaron algunos en que le faltaba una bota a aquel ser diabólico, y que en el lugar del pie normal de un ser humano, había una pata con pezuña hendida.

Pues yo no sé si ya la conocías, pero como me la acaban de contar acá en Denver, aquí te la envío para que le eches un ojo. Es la historia del diablo en vestimenta vaquera, y sucedió en un salón de música chera, ya sabes, donde se junta la gente originaria de Durango, Chihuahua, Sinaloa.

Varios de mis amigos, entre ellos el Erick, que fue quien me relató todo el rollo, andaban de farra, echando desmadre, como tú sabes que se acostumbra entre la raza de tendencia ranchera-vaquera-grupera.

Llegaron mis amigos al salón, y en la pista había sólo algunas parejas porque era muy temprano todavía, era domingo, y tú sabes que los domingos va poca gente a los bailes... lo duro es, pues, viernes y sábado. Se empezaron a distraer cada uno por su cuenta, unos fijándose en el repertorio de chamacas que estaban en las mesas esperando a que las saquen los varones a bailar, pero otros se fueron directito a la barra, a pedir cervezas. El Erick y el Sandoval se pusieron en la fila para montar el toro mecánico.

El tipo de vestimenta vaquera formal, de sombrero blanco y chalequito abierto de cuero, ropa clara y botas color crema que montaba el artilugio que semeja los movimientos y embestidas de un toro de a de a deveras, había acaparado la atención de las jóvenes damitas que estaban en las mesas de en seguida, dicen que por su porte y porque era guapo el muchacho, además de bien vestido. El caso es que había mucha atención a cómo lo iba a hacer en la monta del aparato.

Por eso, cuando salió el humo y chisporrotearon los cables, y cuando quedó evidente, ante la vista de por lo menos unas setenta personas que había en el local, que se trataba del diablo en persona, se provocó una estampida de gente rumbo a las dos salidas del salón.

Dice el Erick que él fue de los últimos que salió del local, y que alcanzó a ver cómo la figura del vaquero se infló como globo y cómo, de repente, desapareció como si el globo se hubiera reventado. El suceso salió en los periódicos locales, incluso en uno que editan en inglés, pero dieron versiones diferentes. A mi amigo Erick, quien finalmente echó a correr también, lo persiguió una especie de lengua de fuego que por poco no lo quemó porque en el último momento se tiró pecho a tierra en el estacionamiento.

Aunque no me lo creas, hay acá en Denver, mucha gente que puede dar testimonio de que el suceso fue real.