El estudio que revela la causa real de la locura de Carlota

**Carlota tenía una relación codependiente con Maximiliano. Lo amaba profundamente a pesar de que no podía tener relaciones sexuales, ya que el hombre había contraído sífilis.


El estudio que revela la causa real de la locura de Carlota

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2017, 11:00 am

Por Alonso Martínez/ @jimmypicker

El amor nos destruye de formas inesperadas. Amar es tan peligroso como apuntarse con una pistola: un movimiento en falso y todo puede terminar en tragedia.

Así le sucedió a Carlota Amalia Emperatriz de México, segunda mujer en ostentar este título en la historia del país, cuya vida fue tan trágica que parece escrita por la pluma de William Shakespeare. La pasión por Maximiliano de Habsburgo y la situación política de la nación que trataba de reformar, la llevaron hacia la locura y posiblemente a la muerte; así lo sugiere el estudio realizado por el Neuropsiquiatra Héctor Pérez Rincón de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. El analista compiló distintos datos de este personaje, al igual que de su esposo, Maximiliano, buscando una respuesta a la constante pregunta alrededor de su vida: ¿qué fue lo que la llevó a desarrollar su trastorno psicológico?

El estudio toma en consideración gran parte de los documentos que sugieren que Carlota sufrió de alguna enfermedad mental. Los primeros síntomas comenzaron poco después a un viaje a Europa y que su esposo fuese capturado por el gobierno de Benito Juárez, quien se rehusó a aceptar al Emperador y cortó de tajo el Segundo Imperio Mexicano.

Los síntomas de la locura

Antes de que Carlota partiera, las fuerzas francesas de la invasión comenzaron a retirarse, abandonando a Maximiliano y disminuyendo la legitimidad de su régimen. La emperatriz decidió buscar ayuda de sus familiares, pero su mente comenzaba a sentir los estragos de la tensión. Desarrolló fuerte ansiedad por dejar atrás a su amado y empezó a desconfiar de quienes la rodeaban. Sabía que algo estaba mal. Ese fue posiblemente el primer punto que dio inicio a su desequilibro emocional.

Cabe destacar que Carlota tenía una relación codependiente con Maximiliano. Lo amaba profundamente a pesar de que no podía tener relaciones sexuales, ya que el hombre había contraído sífilis. Aunque no se sabe a ciencia cierta si la emperatriz desarrolló una relación análoga a la que llevaba con su esposo en México, es cierto que lo veía como el único hombre en su vida. Las cartas que compartió durante su viaje –antes del arresto del regente– prueban esa conexión. Partir hacia Europa sin saber el destino de su amado dejó una fuerte impresión en ella. Sus sueños de gobernar México se derrumbaban. Denunciaba los abusos de la iglesia, los intereses ocultos de Benito Juárez y deseaba un futuro más próspero para nuestro país.

«Tesoro entrañablemente amado:
Me despido de ti, Dios me llama. Te doy gracias por la felicidad que siempre me has dado.
Que Dios te bendiga y te haga ganar la gloria eterna. Tu fiel Carlota».

La hipótesis de la curandera y el desarrollo de su esquizofrenia
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La paranoia comenzó a apoderarse de su mente. Sus hijos adoptados (nietos de Agustín de Iturbide) se quedaron en México y su pérdida después de la caída de Maximiliano también pudo influir en su constante psicosis, pues ella no era incapaz de tener hijos. Pérez Rincón incluye la teoría de que la ingestión de un hongo que consumió con las esperanzas de curar su infertilidad pudo ser causante de su locura. Afirma que “una curandera partidaria de Juarez” le mintió y aprovechó su vulnerabilidad para destruir su mente silenciosamente. Es una hipótesis melodramática que sirve como simple pretexto ante todos los factores que pudieron afectar su salud mental.

Pérez Rincón concluye que la enfermedad que pudo sufrir Carlota fue esquizofrenia. La gran cantidad de cartas que escribía a Maximiliano antes de su muerte son prueba física de ello. Mandó un total de 86 misivas a su marido, donde hablaba con ímpetu sobre su deseo de volver con él, sus planes en la política y las sospechas de quienes la rodeaban. La desesperación con que están escritas revelan un lenguaje ilógico, carente de sentido claro. El autor asegura que la emperatriz mezcla personajes y no presenta ideas claras más allá de su ferviente ímpetu de volver a estar con él para gobernar juntos y seguros la utopía que soñaron para México. Deliraba y se rehusaba a aceptar el final de su travesía.

Carlota tenía todos los motivos para desconfiar de quienes la rodeaban. Nadie le ayudó a rescatar o auxiliar a Maximiliano y hacían lo posible para mantenerla a salvo mientras él era arrestado y puesto bajo juicio por la República de Juárez. Aunque existen teorías de que el hombre escapó o de que se le perdonó la vida, ninguna ha sido comprobada y lo más probable es que haya muerto. Esto desató un fuerte cuadro depresivo en Carlota y fue declarada “oficialmente” como loca. Se negaba a comer y beber lo que le ofrecían por temor a ser envenenada y comenzó a tomar agua de las fuentes y alimentarse sólo de frutos.

«Debo decir abiertamente que debo ser vista como Cristo, como Rey de los Judíos, de los amencos o de los belgas, como se les quiera llamar. No escucho más aquí que a los amencos y la muerte en una cruz, en la horca, fusilada, como quieran, preferiría este último […] Que este juego de calvario que practican conmigo acabe».

Sería superficial afirmar que Carlota “se volvió loca por amor”; es una explicación mínima sobre el desarrollo de su esquizofrenia. La mezcla del contexto y los intereses políticos de su entorno, la relación compleja con Maximiliano, sus hijos adoptados. El México que perdió junto con su guerra personal, las posibles traiciones y un probable veneno de una curandera, muestran un panorama más amplio. Pérez Rincón, ofrece evidencia de una posible influencia genética de trastornos mentales, pero no hay prueba contundente de ello. Los secretos que le ocultaban y la forma en que fue tratada le hicieron dudar del mundo que la rodeaba.

Su comportamiento obsesivo no se detuvo más. Al final de su vida fue utilizada como miembro de la corte y cuidada por sus seres cercanos. Algunas de sus costumbres se disiparon con el tiempo, pero nunca volvió a ser ella misma. Murió en tragedia silenciosa, sin el amor de Maximiliano.
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Referencias:

Pérez Rincón, Héctor, “Locura de Amor” , Revista de Neuropsiquiatría, Vol. 76, núm 2, 2013, Universidad Peruana Cayetano Heredia.