El Folklórico Alacrán de Durango

**En lo que respecta a las letras, el folklore durangueño no ha dejado de imprimir las huellas del maléfico alacrán. En el famoso soneto de 1805 de Rezmira sobre Durango ocupa así su lugar de honor:


El Folklórico Alacrán de Durango

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2018, 09:31 am

Por Alberto Espinosa Orozco
Terranova (Revista de Cultura, Crítica y Curiosidades)

En lo que respecta a las letras, el folklore durangueño no ha dejado de imprimir las huellas del maléfico alacrán. En el famoso soneto de 1805 de Rezmira sobre Durango ocupa así su lugar de honor:

Soneto a Durango

Dan al Ser de los seres homenaje
asiduo, sus piadosos moradores;
como no hay petimetres corruptores,
ni se vio ni verá libertinaje.

Cielo sereno que el brillante traje
casi siempre nos muestra sin vapores;
algún lujo en las damas y señores,
que hace con la escases mal maridaje.

Un tranquilo y pacífico gobierno,
la gente en general amable y grata,
placido otoño con benigno invierno

tenemos en Durango; pero mata
de alacranes y pulgas un infierno;
víveres caros y ninguna plata.

Soneto publicado en el Diario de México el 6 de diciembre de 1805 por Rezmira, pseudónimo del autor, cuyo anagrama apunta probablemente al padre del famoso historiador José Fernando Ramírez, quien en ese tiempo tendría dos años de edad.

Castillo Nájera dice en su célebre poema “El corrido del Gavilán”:

Hubo un tal Jesús Cienfuegos,
por alias el Gavilán,
siempre metido en rejuegos
y bravo como alacrán.

También las mujeres participan de la analogía con el alacrán, pues como reza la cultura popular:

La mujer es como el diablo,
parienta del alacrán,
cuando ven al hombre pobre
alzan la cola y se van.

Así, avecindarse en Durango, donde “cuatro reales vale un chango” y es adornado con 6 meses de huracanes (de noviembre a marzo) y otros tantos de alacranes (de abril a octubre), infestado por las plagas de chinches, piojos y alacranes, ha sido para muchos lo mismo que salir del trueno para dar con el relámpago.

Calificado de déspota, filisteo y aun de tirano, el alacrán durangueño ha sido motivo de alarma y preocupación para la religión, donde como anticrotálico encuentra como protector al Santo Jorge, patrono de la ciudad en la oración que reza:

Oración a San Jorge

“Invicto mártir de Jesucristo, gloriosísimo San Jorge, que alentado por una fe finísima despreciaste las halagüeñas promesas de Dioclesiano, igualmente que sus amenazas, yo te doy los más festivos plácemes, porque estás gozando de una gloria eterna, gózala, en hora buena. Que yo, entretanto, confiado en que no desatenderá los clamores de sus devotos, que tuvo piedad para pedir por los mismos que lo estaban atormentando, te suplico que me alcances de Dios Nuestro señor la gracia de estar bajo tu protección, para librarme de los males y peligros que a cada paso me amenazan, por aquel consuelo que recibió tu espíritu al oír la voz del cielo que decía:

“¡No temas Jorge, que yo estoy contigo!”,
Te suplico que estés tú conmigo y no me desampares hasta ponerme en puerto seguro, y libre de caer en las manos del dragón infernal. Amén.”

Oración que recuerda aquella otra, tradicional, que dice:

“San Jorge bendito,
amarra a tu animalito
con tu cordón bendito,
y que no me pique a mí,
ni a otro pobrecito.”

Se dice también en la tierra de la Nueva Vizcaya que al que le hacen las hormigas no le hacen los alacranes. Puede agregarse que los tlaxcaltecas que acompañaron al sanguinario Nuño de Guzmán en la primera exploración al Valle del Guadiana llamaron a esta tierra Coatlán o tierra de alacranes, según puede verse en el códice del Lienzo de Tlaxcalá, región que abarca desde el río Tunal hasta la región volcánica del valle de Malpaís, al que también llamaban “el Valle de la Muerte”. Se sabe por el testimonio de Bernal Díaz del Castillo que por esas mismas fechas el Conquistador Hernán Cortés fue picado en su casa de Cuernavaca por un alacrán, mandando realizar, para curarse de la herida sufrida por el pequeño artrópodo, un pequeño exvoto, con la figura del arácnido realizada con perlas y rematado en oro, el cual todavía se encuentra en el monasterio de Guadalupe, en Extremadura.

Los Huicholes lo llaman la “Toruca” y tienen para ellos la creencia que es un insecto consagrado, una especie de genio del mal, que castiga a los violadores de las normas morales. Animal misterioso, descrito verbalmente por el poeta Carlos Gutiérrez Cruz de forma magistral como esencialmente enigmático y ensimismado, del que dice en perfecto haiku castellano:

"Sale de un rincón
en medio de un paréntesis
y de una interrogación."