Don Juan: toda una vida en la locomotora

**Juan Simental, a sus 104 años de edad, fue durante mucho tiempo, el maquinista más veterano de Chihuahua.


Don Juan: toda una vida en la locomotora

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2011, 13:12 pm

Chihuahua, Chih.- Después de una carrera de 47 años de ferrocarrilero, 43 de los cuales pasó arriba de su locomotora, Juan era el maquinista chihuahuense más viejo al momento de su muerte, con más 104 años cumplidos.

Juan Simental Espeleta nació en julio de 1906 en el mineral de Promontorio, municipio de San Bernardo, Durango, y falleció en esta capital de Chihuahua, ciudad en la que vivió desde los 11 años, el 6 de febrero pasado, a la edad de 104 años.

“No sé qué le da a uno de ver una locomotora... desde que estaba yo niño me daba emoción y me daban ganas de subirme al tren y de pasarme todo el día jalando palancas y de soltar el vapor, de tocar el silbato”, recordó don Juan Simental, todavía lejos de morir. Y a este hombre se le concedió su deseo. Se pasó la vida entre sus adorados trenes, y al hojear libros de fotografías, la vista de una locomotora de vapor le arrancaba sonrisas y le traía recuerdos que le iluminaban la tarde.

¡Y tantos años de “jalarle al fierro!”... es decir, a la palanca del regulador para que el tren arranque, para que se distribuya el vapor en los cilindros y la máquina haga su mejor esfuerzo. En una máquina de vapor, lo primero que se oye es el resoplido al soltarse la nube de vapor hacia ambos lados de la locomotora y que en los andenes envuelve a los familiares que van a despedir a los pasajeros. Enseguida, el traquetear del fierro de las ruedas contra los durmientes, trac, trac, que inicia lento y como cansado, se acelera progresivamente, trac, trac, trac-trac-trac, hasta que el convoy alcanza su máxima velocidad.

Por supuesto, Juan Simental no fue maquinista desde siempre. Cuando entró a trabajar a los Ferrocarriles Nacionales de México, su primer puesto fue el de llamador de personal. Como su nombre lo indica, el llamador de personal era literalmente eso; el joven Juan acudía a los domicilios de los miembros de las tripulaciones y los despertaba, con dos horas de anticipación a su salida. No faltaba quien, en calidad de broma, le gritaba desde adentro, todavía en la cama y con sueño, que no molestara, o que se fuera a molestar a otro lado.

SU PRIMERA LOCOMOTORA

A los cuatro años de haber “entrado al tren”, le dieron su primera locomotora, cima y cumbre de sus ambiciones. Como un hombre que realizaba uno de sus grandes anhelos, una madrugada de aquel lejano 1927, tomó posesión de su amada.

Una locomotora de vapor, arrastrando un tren normal de 35 carros, podía desarrollar fácilmente una velocidad de 95 kilómetros por hora. “Era mucha potencia”, según don Juan, “y manejaban la misma carga que las actuales”.

El idilio se fue terminando con la sustitución gradual del vapor por el diesel, que se dio primeo en los trenes de pasajeros y, después, poco a poco, en los de carga. “Extraña uno su locomotora de vapor; antes llegaba uno negro como carbonero, que se incrustaba el polvo fino en las pestañas”. En cambio, en las locomotoras de diesel, “ni se ensucia uno”.

La ruta habitual de don Juan era de Chihuahua a Jiménez, y a veces en el tren mixto a Parral, Santa Bárbara, Rosario, en Durango, y de vuelta, o bien en la ruta directa de Jiménez a San Francisco del Oro, que era pura carga de carros con mineral, y donde agarraba a vuelta de rueda la bajada que estaba muy dura.

¿Accidentes, descarrilamiento, desgracias? No, a mí, afortunadamente, nunca me sucedió en las vías ningún accidente grave; me descarrilé tres veces, pero nunca hubo desgracias que lamentar. Una vez en Estación Consuelo, con pasajeros, tuve un choque lateral, y las máquinas quedaron fuera de las vías, aunque de pie.

ACCIDENTES, PERO NINGUNO GRAVE

En otra ocasión, yendo de Parral a Jiménez se descarrilaron once carros de Santa Fe y, a pesar de todo, quedaron parados y ninguno se volteó.

En Bachimba tuvo un choque de frente con otra locomotora, en un accidente en el que al parecer tuvieron la culpa el despachador y el conductor del otro tren; éste último por no colocarse en las vías laterales. “Nos descarrilamos las dos vías, pero no nos volteamos”.

Aquí todo mundo acaba diabético o enfermo del corazón, “por los sustos”.

En el barrio de Santo Niño, la llamada Casa Redonda -en donde el martes 12 de septiembre de 2001 se inauguró el Museo Chihuahuense de Arte Contemporáneo- era un centro de mantenimiento de locomotoras. Juan Simental recordó que en ese lugar había una mesa giratoria, que es como llamaban al mecanismo que se utilizaba para pasar las máquinas a las fosas en donde se les aceitaban los mecanismos y se les daba mantenimiento general, o bien se les sometía a reparaciones mayores. Entre tres o cuando mucho cuatro personas, asegura, se daba vuelta a una locomotora, una vez colocada en la plancha. Salían de ahí “como nuevas”.

Y por supuesto, Juan Simental Espeleta asistió a la inauguración del Museo, ya que la primera exposición fue fotográfica y, coincidentemente, sobre el tema de sus amores; el ferrocarril.

Este hombre se quedó, sin embargo, con un ambicioso sueño, que nunca pudo realizar, que es correr, o mejor dicho volar, el tren bala, ese que se eleva sobre el riel merced a la acción de un poderoso campo eléctrico, de Tokio a Osaka, Japón.