Cueva de las Monas, vestigios de una cultura brillante y desconocida

**Con la visita a este importante sitio arqueológico, periodistas de Chihuahua culminaron el Taller de Periodismo y Patrimonio Cultural.


Cueva de las Monas, vestigios de una cultura brillante y desconocida

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2014, 10:02 am

Valentín Ramírez Llanes.

Chihuahua, Chih.- Con dos mil años de antigüedad, a una hora de la ciudad de Chihuahua rumbo al norte en la localidad del Ejido Benito Juárez, pasando la caseta de Sacramento, con desviación a la izquierda en el entronque Rancho El Árabe, 25 minutos después se llega a las faldas de una pequeña montaña que luego de caminata de ascenso de un kilómetro y medio, deja ver lo que ya es calificada por el INAH como una zona arqueológica en recuperación denominada “Cueva de las Monas”.

Lo anterior en el marco de la culminación de las dos jornada del Taller de Periodismo y Patrimonio Cultural organizado por el Colegio de Periodistas de Chihuahua A.C. (Colpechi) y la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que se realizó en días pasados en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía de la UACH.

Con la guía y comentarios profesionales del Arqueólogo Enrique Chacón Soria, un grupo de 29 exploradores inició el ascenso escarpado en vereda para una persona en fila india que duró casi 25 minutos, en espacio al aire libre, puro y fresco, que dejaba ver la hermosura de paisajes naturales propios de la región, logró llegar al área donde se encuentra la zona de pinturas rupestres, conocidas como la “Cueva de las Monas”.

El vestigio cultural, pegado a una costado escarpado mas agreste de la montaña, registra imagenes prototípicas combinadas del periodo postarcaico y de la época colonial, pintadas a base de óxidos de fierro en colores rojo hematita o almagre, amarillo limonita, negro manganeso y blanco a base de caliche y cal, que reflejan una cosmovisión muy singular adjudicada a los indígenas Tarahumaras de esa época, según comentó el arqueólogo Chacón Soria.

La fachada principal de la cueva deja ver una imagen que refleja una mujer junto a un Chamán con una punta en una mano y una especie de güiro en la otra, alusivo al ritual de la raspa del peyote, y mas adelante un hombre enmedio de un circulo que simboliza el sol, que participan en una ceremonia espiritual de sus gruo, todos sobre un fondo blanco.

Siguiendo de izquierda a derecha, en las imágenes vistas de frente, aparece una figura humana con los brazos enconchados con pechera y botines que simboliza a un español de la época colonial, entreverado con otras de hace dos mil años, donde destacan grecas en forma de cadenas, imágenes de zigzag, puntos y figuras en forma de medusas que es probable que surgieran de los sueños y estados alterados de los aborígenes de esas épocas, comentó el antropólogo Enrique Chacón.

Las pinturas rupestres reflejan una cosmovisión de los pueblos indígenas que plasmaron en la roca de tipo Tova, el “Mito del Gigante”, figura que destaca sobre las otras por su tamaño, con los brazos caídos a los costados, que deja ver sus grandes manos abiertas en forma de reto, como una forma de explicación del poder de seres mas fuertes que habitaban la sierra y le imprmían temor a los habitantes.

Cansados del hostigamiento y el temor por el constante ataque de los gigantes a las aldeas, que se comían a los niños -según relata el mito recreado por los Jesuitas- un día los habitantes invitaron a los gigantes a trabajar en sus tierras a cambio de ofrecerles comida, que aprovecharon los indígenas para envenenarlos echándole chilocote a los alimentos, y así terminar con el temor que les aflijan estos seres míticos y gigantescos.

El mito, que de acuerdo con la teoría antropológica, es una explicación falsa, pero cumple con una función social, toda vez que implica implica coherencia con sus creencias acendradas, y sirve como forma de control y equilibrio del colectivo, que comparte esa cosmovisión con todos durante su vida, se dijo.

Este escenario en la cueva formaba parte de su vida religiosa, no de su vivienda o asentamiento cotidiano, ya que mas abajo de la sierra, en un lugar donde están varios círculos junto al río, que se supone eran parte de su campamento, era el lugar escogido de donde partían en ascenso subida para visitar las pinturas y realizar los rituales, en espacios espirituales alejados, que aprovechaban para reflejar sus sueños, estados alterados y forma de vida, comentó el experto.

A pregunta expresa de los periodistas e invitados que acudieron al lugar, sobre si existian pruebas de pinturas en tiempos mas modernos, incluyendo la actualidad, de que los indígenas seguían pintando, la respuesta del antropólogo guía fue negativa, señalando que de acuerdo con historiadores, fue hasta finales del siglo XX que encontraron todavía pinturas alusivas al raspado de peyote, práctica que ya dejaron de hacer, incluso no saben dar explicación del uso de pinturas en su cuerpo en los ritos de Semana Santa que siguen practicando, señalando simplemente que es costumbre, pero sin saber por qué, dijo el antropólogo.

¿Quién pintó estas cuevas? Fue otra de las preguntas forzadas, y la respuesta del experto fue, que aunque se habla de la posibilidad de que hayan sido los Conchos que habitaban parte de la región quienes las pudieran haber pintado, es seguro que hayan sido los Tarahumaras, que bajaban al desierto en busca del peyote para sus rituales, aunque en realidad los Rarámuris eran habitantes del desierto, pero poco a poco, y después de las incursiones de Apaches y Españoles en la región, se fueron replegando a la montaña.

Relevante, y sin duda de gran valor cultural, histórico y antropológico es esta zona que resguarda el arte rupestre de los ancestros de la región, que la delegación del INAH en Chihuahua, encabezada por el Antropólogo Jorge Carrera Robles, pretende delimitar como otra zona arqueológica, en un plazo de nos mas de un año con apoyo de la presidencia municipal.

En este contexto, el antropólogo guía solicitó de los asistentes la puesta en valor sobre aspectos que permitan o no, abrir el espacio a la gente y al turismo de manera libre, que permita recrearse con estos vestigios antropológicos, donde se han recibido opiniones sobre la posibilidad de integrar incluso un puente colgante para acceder mas fácil a la cueva, y de que material en caso de ser así, al igual que el empedrado de algunas partes del acceso por la montaña.

La experiencia fue sin duda muy enriquecedora, ya que permitió disfrutar y conocer a plenitud una zona que pronto -esperamos que así sea, porque lo amerita- será considerada como otra zona arqueológica en la entidad, especialmente muy cercana a la capital de Chihuahua, parte de su municipio, que se erige como un nuevo escenario turístico cultural, que preserva una forma de expresión muy singular de los ancestros del municipio.

Identificar, preservar y restaurar un espacio tan relevante del arte rupestre que es parte de la historia cultural de nuestros ancestros, como parte del patrimonio cultural de Chihuahua, es eje central de actividades tan enriquecedoras del INAH, del Colpechi y del Municipio.

A la exploración acudieron integrantes del Colegio de Periodistas encabezados por la M.H. Lourdes Díaz López en calidad de presidenta del Colpechi y organizadora de la visita, junto con la Lic. Cristina Escalera de Comunicación Social de la INAH y desde luego en arqueólogo Enrique Chacón Soria de la propia institución, así como otros periodistas de medios capitalinos e invitados libres, que disfrutaron no sólo del arte rupestre, sino de un hermoso panorama natural durante el recorrido, además de una suculenta comilona estilo discochihuas, después de la agotadora cuanto productiva travesía cultural.