Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XX)

VIDA DE BRACERO, COMIDA PODRIDA Y DUCHAS HELADAS


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XX)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2014, 16:05 pm

Por Froilán Meza Rivera

Nunca se imaginó que los gringos les fueran a dar comida podrida, porque era otra su idea de la magnificencia de esa gran nación. Gonzalo Morales Urbide, quien se unió en 1954 a la fuerza de braceros que fue enviada a los EU, tenía a la sazón 24 años.

Sucedió que, mientras esperaba en el centro de procesamiento de Socorro, Texas, la comida que les daba el gobierno estaba podrida, y por si fuera poco, como era invierno, el agua de las duchas en las barracas de madera estaba con frecuencia congelada.

Él había decidido probar suerte en la aventura de la bracereada, debido a las dificultades económicas por la que pasaba su familia. Gonzalo, quien nació en 1930 en Santa Bárbara, siendo niño ayudó a su padre en la labor, y quedó huérfano de ambos padres a la edad de siete años. Él y sus seis hermanos quedaron entonces bajo los cuidados de un tío.

Ya estaba casado y tenía tres hijos cuando se fue a trabajar a Texas, Nuevo México y Colorado. Una de las experiencias más bonitas que tuvo Gonzalo allá, dentro de todo el sacrificio del trabajo agotador en tierra ajena, fue cuando estuvo en Lovington, N. M., donde el patrón lo designó como veterinario, lo puso al volante de un tractor y preparaba la comida para el ganado.

Allá se dio cuenta de que el Gobierno mexicano recibía de los rancheros estadounidenses 3 centavos de dólar por cada bracero que contrataban. A este ingreso se sumó a lo largo de los años, aquel famoso y polémico descuento del 10% de los salarios. Se trata de más de 500 millones de dólares que fueron depositados para ser retribuidos a quienes trabajaron en el vecino país entre 1942 y 1964.

La cantidad podría elevarse incluso hasta los mil millones de dólares, y se produjo originalmente de la deducción del 10 por ciento de todo lo que los braceros mexicanos ganaron en el tiempo que cada uno prestó sus servicios. Se suponía que ese diez por ciento sería devuelto en efectivo, a su regreso a México, a quienes trabajaron en el tendido de las vías férreas, mientras que a los trabajadores agrícolas se les devolvería bajo la forma de maquinaria agrícola para utilizarse en sus comunidades y ejidos de origen.