Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XVIII)

LAS CATEDRALES ESTÁN HECHAS PARA EMPEQUEÑECER AL HOMBRE


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XVIII)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2014, 17:50 pm

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- Nomás entrar a la Catedral, feligreses y visitantes sienten de golpe la influencia del lugar y los subyuga la atmósfera contenida en sus formas de piedra. Bien dicen que las catedrales, sean góticas o barrocas, están hechas fuera de toda medida, a una escala que no es humana.

En un sentido, no son edificios hechos para los hombres, dado que no satisfacen ninguna necesidad material inmediata e impostergable de las que en su vida el ser humano tiene.

En un sentido distinto, las inmensas catedrales cumplen a la perfección con la encomienda que les asignaron sus arquitectos, de empequeñecer al hombre, una especie de intento de enfrentarlo con la divinidad pero concediéndole primero la dimensión de un insecto, de un microbio.

Al mediodía del jueves, sin misa, los asistentes ocupaban poco menos de un tercio de los lugares, afanado cada quien en sus muy particulares temas de reflexión, gozo o preocupación. En silencio.

Del grupo del coro, que se esforzaba en ensayar a un lado del altar mayor, se desprendían acordes de guitarra acústica, que no destacaban tanto como las celestes voces de las jovencitas. Gracias al micrófono, la Catedral completa pudo escuchar la dulce y machacona insistencia que ponían músicos y cantantes para perfeccionar su alabanza llena de poesía, en un recuento de hechos de amor y de heroicas hazañas que estaba siendo entonada con dulzura y con voluntad de tenerla lista para la siguiente ceremonia.

Hace varios ayeres un amigo descubrió en un rincón de la Catedral de San Juan el Divino, de Nueva York -que es la catedral gótica más grande del mundo-, a una muchacha que ensayaba tranquila y concentrada un repertorio de sonatas para violín, hechas una ella y el instrumento, con la Catedral inmensa conteniéndola a ella sola, como si la edificación de una obra dedicada a la divinidad hubiera estado destinada a su persona. "Mientras que el sistema pueda ofrecer espacio para este tipo de manifestaciones, será señal de que su derrumbe está lejos, todavía", expresó el amigo, con formación como economista, convencido de haber descubierto un detalle revelador.

En la Catedral de Chihuahua, las estructuras de piedra que apuntan a lo alto hacen concebir dudas acerca de cómo un conjunto así puede sostenerse. Pero más de un secreto pueden contar sus canteras. Por ejemplo, durante su construcción, al tiempo que se elevaba el nivel del edificio, también se fueron elevando en altura y en complejidad los andamios y los soportes hechos de gruesos maderos de pino ponderosa traídos de los bosques de la Sierra. Así como una concha se convierte en molde para la arena que se filtra a su interior, así el andamiaje tomaba forma debajo de la nave gigantesca, aunque una vez concluida la obra, muchos habrán temido que la Catedral se desplomase hacia adentro.

Eso no ocurrió nunca, pero no sólo las piedras quedaron en la posición deseada, sino que el conjunto que forman y el contacto de unas con otras propició que se dieran fortaleza unas a las otras, de forma tal que los ingenieros y arquitectos lograron neutralizar y aun sacar ventaja de la ley de gravitación universal.

De esa manera las columnas acanaladas que están en el centro del crucero de la nave catedralicia sirven como basamento a los cuatro arcos que se les desprenden y que dan forma a lo que es el espacio central. Sobre el centro del crucero se sostiene y se eleva además la estructura de la cúpula con reminiscencias románicas que desdobla su origen y multiplica por dos sus lados, para iniciar un octágono que eleva sus gajos hasta que se pierden en el vértice que culmina y remata la Catedral de Chihuahua.

Si debajo del altar principal los púlpitos y asientos son para príncipes y principales, los asientos en los dos cuerpos de bancas de madera son más cómodos y tranquilos, pues aquí el hombre común y corriente busca y encuentra refugio y se entrega a la reflexión y se puede engañar a sí mismo diciéndose que puede encontrar la por todos buscada tranquilidad de espíritu.