Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XVI)

LOS PUEBLO, ANTIGUOS AMOS DE ARIDOAMÉRICA


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XVI)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2014, 11:57 am

Por Froilán Meza Rivera

Inquietantes hipótesis que no carecen de fundamento, hablan de que Paquimé, cuyos misteriosos fundadores resultan desconocidos hoy en día, formó parte de la cultura de los indios pueblo o, al menos, recibió gran influencia de esas tribus.

Para entender la historia de las culturas avanzadas de la región llamada Aridoamérica -emplazada en el suroeste de los actuales Estados Unidos y el norte del México contemporáneo-, hay que despojarse primero de ciertos prejuicios y, tal vez, sumergirse en una serie de prejuicios nuevos. Sobre todo, los expertos recomiendan olvidarse de las culturas monumentales de Mesoamérica, y no tomarlas como referencia ni comparación, ya que la grandiosidad de las culturas del norte debe medirse con los criterios de su propio desarrollo y de las propias influencias que las moldearon.

Cuando emprenden el estudio de los indios pueblo, los estudiosos se encuentran en primer lugar ante culturas llenas de misterio, cuyos integrantes han desaparecido de la faz del mundo y que nos han dejado la huella reconocible de una arquitectura avanzada y funcional a base de tierra. Pero, por otro lado, se encuentran también con tribus y pueblos que tienen vigencia actual y que en estos días están orgullosos de mostrar sus características culturales y su idiosincrasia.

Cientos, hasta miles de años atrás, las tribus que dieron origen a la cultura (o culturas) agrupadas con el nombre de indios pueblo, florecieron a través del desierto. Cultivaron relaciones entre ellos, al grado que diversos elementos culturales fueron intercambiados, y son los que a la postre distinguirían a los pueblo y, según muchos estudiosos, a los habitantes de la cultura de Paquimé.

En primer lugar, está la arquitectura de tierra, técnica utilizada en los denominados "pueblos", viviendas multifamiliares que con mucha frecuencia se edificaron al amparo de grandes cuevas, cantiles y oquedades en las montañas, como nidos de águila, si se vale el símil.

Sin mencionar el desarrollo sedentario de sus actividades vitales ni de una incipiente agricultura dominada por el cultivo del maíz, del frijol, los chiles y calabazas, se encuentran grandes similitudes en los estilos de la alfarería y en los diseños geométricos que adornan las piezas de barro.

PRECURSORES

Por más de 2 mil años los anazasi, precursores de las tribus pueblo, se expandieron a lo ancho y largo del desierto del suroeste estadounidense, desde el oriente del Gran Cañón del Colorado hasta las estribaciones del río Pecos, y desde la junta de los ríos Verde y Colorado en el sur, hasta donde se encuentra el actual poblado de Flagstaff, en el norte de Arizona.

No se sabe cómo se llamaban a sí mismos los anazasi, pero con ese nombre los conocen los arqueólogos. Es un nombre desafortunado, porque anazasi es una palabra en la lengua de los indios navajos que significa "viejos enemigos".

"Los viejos", como los pueblo, llamaban también a sus ancestros anazasi; se convirtieron, mucho antes de la era cristiana, en hábiles cazadores y recolectores. Ellos persiguieron antílopes, venados y borregos cimarrones con sus lanzas provistas de filosas hojas de pedernal y con dardos que propulsaban de manera experta con sus átlatl -especie de lanzadera que debe su nombre a una similar que usaban las culturas del Valle de México-.

Los anazasi recogían piñones, tunas y bayas silvestres.

Alrededor del año 500 D.C., estas tribus se hicieron sedentarias y empezaron a elaborar alfarería y a desarrollar cultivos de sus alimentos primordiales. Ya para el año 1200, los anazasi habían crecido numéricamente al grado de contarse en decenas de miles de individuos. Sus poblados, que se habían convertido en organizadas tramas de habitaciones cuadradas, con frecuencia de varios pisos de altura, se extendieron por todo el territorio.

Sin embargo, algo sucedió en el siglo XIII que los obligó a abandonar sus villas en las mesetas y a refugiarse en construcciones con más carácter defensivo, así como en los nidos de los acantilados, a semejanza de las edificaciones que se conocen en Chihuahua en las Cuarenta Casas y otras similares.

Y justo antes del año 1300, los anazasi se evaporaron de los territorios en los que vivían, y nunca más se volvió a saber de ellos.

El enigma ha sido materia de debate entre estudiosos, quienes han lanzado diversas hipótesis para explicar la desaparición de esta cultura: Sequías, deforestación, hambruna o enfermedades, no se sabe. Tal vez recibieron el ataque feroz de hostiles tribus nómadas recién llegadas.

Lo cierto es que los anazasi prepararon el terreno y fijaron en gran medida el estilo de vida y mucho de las concepciones estéticas de los pueblo y muy probablemente de los pobladores de lo que se conoce actualmente como Paquimé, en Chihuahua.