Crónicas de mi tierra, Chihuahua (VIII)

LA MISTERIOSA PRESA CHUVÍSCAR Y SU BOSQUE OSCURO DE SAUCES


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (VIII)

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2014, 09:37 am

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- El lado oscuro de la Presa Chuvíscar, más allá del bosque de sauces y álamos que la rodean, es el llamado rebalse, un lugar misterioso y desconocido para el grueso de la población de la capital.

Llega la corriente, llegan los escurrimientos por entre barrancos, pasa por debajo de puentes, transita subterránea esta agua en tramos, forma charcas verdes y lustrosas con la lama que brilla con el sol que se cuela entre el ramaje espeso. Pasa por en medio de arcos de piedra centenarios, y se torna sombría, la corriente de recodos escondidos a la mirada de la gente.

El río llega del Oriente, donde se encuentran algunas de las colonias más pobremente urbanizadas, y la vertiente principal, la del río propiamente nombrado Chuvíscar que se desprende de la Presa Chihuahua, provee el flujo principal. Ahí están la Ampliación Campesina, Peña Blanca, Ramón Reyes, Begonias, Morelos y Esperanza, bordeando a la presa más famosa de la zona urbana.

El acceso es casi imposible si no es usted vecino, pero vale la pena la aventura. Por si acaso se anima, una entrada viable es por el parque Los Llorones, pero desde las calles hay caminos que bajan el barranco y que sirven para colarse a lo más oscuro del bosque de sauces y álamos. En el camino paralelo a la corriente del río, la espesura de la vegetación es indicadora de la presencia de agua subterránea. Si tiene usted suerte, el terreno estará seco, pero si hubo alguna lluvia reciente, su auto lo más probable es que se quede atascado y que no pueda llegar al final.

El ambiente es selvático, asfixiante por la floresta abundante, es sombrío por la presencia del boscaje, y acaso algunas figuras humanas serán percibidas entre la penumbra de los troncos de los árboles: podrá tratarse de indigentes que encuentran su hogar acá y que hacen su precario campamento de una cobija sola; o niños que cazan pajaritos con resortera, hasta familias completas, vecinos de las colonias aledañas que acuden a celebrar días de campo a la orilla de la lenta y verdiza corriente...

De todas maneras, la incursión será siempre toda una aventura, en el sentido más amplio de la palabra, con peligro y disfrute ante lo desconocido, lo sombrío y lo misterioso de este lugar que nadie -casi- conoce en plena capital del estado.