Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XXVIII)

AMBROSE BIERCE, EL AUTÉNTICO GRINGO VIEJO


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (XXVIII)

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 15:29 pm

**Sólo vino a que lo mataran
**Murió como quería: abatido por las balas del enemigo

Ojinaga, Chih.- “...Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México -¡ah, eso sí es eutanasia!”

De esa manera escribió a una de sus familiares, antes de partir con rumbo a México, en una carta fechada el 1 de octubre de 1913, Ambrose Bierce, el escritor que vino a que lo mataran en la Revolución.

Su muerte fue, sí, un asesinato, pero lo cierto es que él se lo buscó, y su último suspiro así como el paradero de su cadáver son todavía un prolongado enigma del mundo literario. Este autor tuvo una vida pública intensa y agitada, pero su muerte siempre ha aparecido rodeada de misterio.

Sin que se conozcan muy bien los motivos, en 1913, ya cumplidos los setenta y acosado por un asma agudo que padeció durante años, cruzó la frontera con México, en plena Revolución, para participar en ella o buscando recordar sus aventuras como soldado, y así terminar sus días.

La última etapa de la vida de Ambrose Bierce fue la fuente de inspiración para que Carlos Fuentes creara su bestseller “Gringo viejo”, del que se hizo posteriormente una versión para cine, con Gregory Peck como el protagonista.

El paradero de Bierce fue siempre un misterio por resolver. En el libro histórico “Ojinaga en una loma”, Víctor Sotelo revela que él se dedicó durante años a tratar de localizar el cuerpo. La Enciclopedia Británica aventura que Bierce pudo haber sido muerto por las balas en enero de 1914, durante la famosa Batalla de Ojinaga, basándose en que en la época, un documento dio fe de que había muerto en el fragor de ese enfrentamiento, “un gringo viejo”. Víctor Sotelo consigna que en el año de 1916, el gobierno mexicano, acicateado por su contraparte de Estados Unidos, buscó en los alrededores de Marfa, Texas, pero fue inútil, porque no encontraron ningún testimonio verbal ni escrito.

Sólo sabían que estaba muerto, pero nunca encontraron su cadáver.

Sotelo afirma que Bierce conoció a Pancho Villa en Ojinaga, y que pudo haber entrado en su círculo revolucionario. Un operador del telégrafo afirmó que lo había visto en la marcha de Chihuahua a Ojinaga, bajo las órdenes de Toribio Ortega. Que terminado el combate, ya no lo volvió a ver el telegrafista, pero sí fue testigo de cómo fueron apilados los cadáveres en unos zanjones y cómo los quemaron.

Víctor Sotelo llegó a la conclusión de que el estadounidense debió de quedar en una fosa común, “arriba de 400 cadáveres quemados en unos vallados que existían cerca del poblado y al norte del mismo”.

Bierce, a quien en su patria consideran como heredero literario directo de sus compatriotas Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne (el autor de “El último de los mohicanos”) y de Herman Melville, el creador de “Moby Dick”, fue un cuentista de primer orden, y se hizo famoso con algunos de los mejores relatos macabros de la historia de la literatura: La muerte de Halpin Frayser, La cosa maldita, Un suceso en el puente sobre el río Owl, Un terror sagrado, La ventana tapiada, y otros.

¿Quién lo mató? ¿Dónde entró en contacto su cadáver con la tierra? Tal vez nunca se llegue a saber.