China no necesita acuerdos para agigantar su huella comercial en América del Norte

**Pekín mira de reojo la evolución de la renegociación del TLC: ya es el primer socio comercial de EE UU y el segundo de México y Canadá.


China no necesita acuerdos para agigantar su huella comercial en América del Norte

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2018, 18:30 pm

elpais.com

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), la mesa sobre la que se asientan los intercambios en la región más próspera del mundo, descansa sobre cuatro patas. Tres son obvias: Estados Unidos, México y Canadá, los países que firmaron el mayor acuerdo de abolición de aranceles del planeta hace casi un cuarto de siglo. La cuarta es mucho menos evidente —ni siquiera pertenece geográficamente a Norteamérica y, por supuesto, no es miembro del tratado—, pero su peso en la economía de los tres Estados miembros no ha dejado de crecer en los últimos años: China.

Pekín ha roto esquemas. No ha necesitado un tratado comercial para convertirse, por la vía de los hechos, en el cuarto pilar del TLC, tanto en productos acabados como en bienes intermedios, hasta el punto de haberse convertido en pieza esencial e indispensable en buena parte de las cadenas de producción norteamericanas. Desde 1994 las exportaciones chinas a México se han multiplicado por 150 —de 499 millones de dólares en 1994 a más de 74.000 millones en 2017—, sus ventas a EE UU se han multiplicado por 14 en el periodo —de menos de 9.300 millones a más de 130.000— y a Canadá, tres cuartas partes de lo mismo. Aunque las importaciones chinas de productos norteamericanos también ha seguido un ritmo claramente alcista, en términos absolutos el superávit comercial chino con la región no ha dejado de crecer.

El empujón final a la entrada de productos del gigante asiático en la región llegó en 2001. La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), que México solo aceptó a regañadientes cuando ya no le quedaba otra, fue su particular acuerdo comercial con medio mundo. Los aranceles cayeron y, en paralelo, sus posibilidades de exportar al resto del mundo se multiplicaron. A golpe de exportaciones, Pekín ya es hoy, por mucho, el primer socio comercial de EE UU —habiendo desplazado a Canadá— y el segundo de México —desplazando a Canadá— y de Canadá —desplazando a México—. Con estas cifras en la mano no es de extrañar que el Gobierno de Xi Jinping, ansioso por reemplazar con su influencia los espacios que deja EE UU, mire de reojo lo que ocurre en la renegociación del mayor acuerdo comercial del planeta: aunque de forma indirecta, sus intereses también en están en juego.

“China ha sido el gran ganador del TLC”, afirma Simón Levy, autor de Rumbo a China (ISEF, 2015). “El déficit conjunto de EE UU y México con China se ha multiplicado por cinco en los 15 últimos años y de cada 10 dólares de superávit de México con EE UU, cinco se regresan a China”, añade. “La relación entre México y China no es un asunto de voluntad, sino de necesidad; no es únicamente comercial, sino geopolítica. Y eso lo tiene que entender el Gobierno mexicano”.

La mayoría de especialistas en comercio internacional consultados ven en la renegociación del TLC una oportunidad de oro para que Washington refuerce su posición y sus lazos con dos socios de los que, hasta la fecha, no ha recibido más que lealtad. Con un acuerdo comercial reforzado —con reglas de origen más estrictas, sí, pero no solo—, dicen, Washington tendría una herramienta adicional para enfrentar la creciente hegemonía de Pekín en América y en el mundo. Pero eso exige un giro copernicano en la forma en la que la Casa Blanca está encarando las negociaciones: requiere que Trump deje de ver a México y Canadá como enemigos que le restan empleos y empiece a observarlos como socios sin los cuales le sería mucho más difícil defenderse ante los retos que supone la multiplicación de competidores a escala global.