Chihuahua, primer lugar del país en deserción en prepas. ¿Qué es lo que quieren los padres para sus hijos?

**En el ámbito local, de cada 100 alumnos que ingresan al primer semestre en educación media superior, 42 abandonan sus estudios, según el estudio de los investigadores Romelia Hinojosa Luján y otros.


Chihuahua, primer lugar del país en deserción  en prepas. ¿Qué es lo que quieren los padres para sus hijos?

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2018, 14:29 pm

Por Lenin Nelson Rosales Córdova

La mayoría de mexicanos entre 25 y 34 años carece de educación preparatoria. Este problema coloca a México en el último lugar de los países que conforman la Organización Para La Cooperación Y Desarrollo Económicos (OCDE).

Mientras que el promedio del organismo internacional es de 15%, nuestro país enfrenta un 52% de hombres y mujeres jóvenes sin educación media superior, reveló el documento Panorama de la Educación 2018 (Education at Glance). En la mayoría de países, menos del 20% de jóvenes adultos (entre 25 y 43 años) no ha completado su educación media superior, detalló el documento. Este resultado aparece a pesar del aumento en el gasto por estudiante de nivel primaria hasta bachillerato de 9% entre 2010 y 2015. En educación terciaria se redujo 7%.

Al poner la lupa sobre el gasto en bachillerato, México desembolsa 80,171.pesos por cada estudiante de este nivel, mientras que el promedio por la OCDE es de 193,520.pesos. La cifra que corresponde a Luxemburgo y Austria escala hasta 19,800 y 15,400 dólares respectivamente.

La OCDE explicó que crecer en una familia donde los padres tienen bajos niveles educativos usualmente se traduce en que habría menos apoyo financiero disponible para continuar con los estudios de los jóvenes mexicanos. Las diferencias de género son menores en la mayoría de países, pero la diferencia supera los 10 puntos porcentuales en India, Portugal y España. En el caso de México, el porcentaje de hombres sin estudios de bachillerato es ligeramente superior al de mujeres.

En el ámbito local, y de acuerdo el estudio titulado “La interrupción escolar en la Educación Media Superior en el Estado de Chihuahua. Condiciones que propician el retiro de los estudios de bachillerato en voz de exalumnos. Volumen II”, de la autoría de los investigadores Romelia Hinojosa Luján y otros, de cada 100 alumnos que ingresan al primer semestre en educación media superior, 42 abandonan sus estudios siendo en Ciudad Juárez donde se acentúa la situación por las condiciones que enfrenta la población al estar en condiciones de marginación. El 50 por ciento de los alumnos que desertan en el estado corresponde a esta ciudad, pues en los tres últimos ciclos escolares, 20 de cada 100 han dejado las aulas, es decir 26 mil 757 estudiantes, de acuerdo con datos de la Secretaria de Educación y Deporte.

Las causas del abandono son el modelo económico que nos rige. Diré entre paréntesis, que no me pasa por alto que la propaganda para sembrar “valores” y costumbres que les sirven a los que nos explotan y oprimen para reforzar la moderna esclavitud, es poderosísima, casi imbatible e inculca la idea del enriquecimiento fácil y rápido abusando del prójimo. Aún así, los padres de familia del pueblo mexicano han visto que ese no es el camino, sino que en los últimos años la educación ha sido la vía para lograr en sus hijos una mejoría personal, un ambicionado y justo ascenso en la escala social; y eso prefieren buscar. “Estudia para que seas alguien en la vida”, es consejo de madre y padre atribulados porque sus hijos lleguen a sufrir cuando mayores la dureza y la crueldad del trabajo asalariado del que sólo tiene sus brazos para sobrevivir. La educación como fuente del progreso personal está en la mente y en los propósitos de muchos mexicanos. Tienen sobrada razón. Pero no debe dejarse de señalar que este propósito de la educación –entendido y compartido en todo el mundo- es cada vez más difícil de alcanzar en nuestro país. Las clases que nos gobiernan y el modelo económico que defienden, se han encargado de hacer que los profesionistas no trabajen en el área para la que estudian y, que la mayoría de las veces no tengan ni siquiera un empleo digno de su instrucción. Y, aún cuando señalo la dificultad de alcanzar este objetivo por parte de padres de familia y estudiantes, afirmo y aseguro que lo entiendo y lo comparto.

Más allá de la justa aspiración a la mejoría personal, la educación debe servir también para la mejoría de los pueblos. En primer término, debe recordarse que cualquier progreso económico en la época actual está íntimamente relacionado con el aumento de la productividad, que consiste en la producción de más y mejores mercancías en el mismo tiempo de trabajo. ¿Y cómo se logra esto? Con mejores materias primas y mejores materias elaboradas, con mejores máquinas y aparatos, con mejores métodos de organización del trabajo y, a su vez, esto ¿cómo se consigue? Con una base social pletórica de altos científicos, de sabios bien preparados con una educación de excelencia durante generaciones para que descubran, apliquen y, en su caso, vendan las innovaciones a todo el mundo. Pero resulta que las famosas “innovaciones” en las que ponemos las esperanzas de nuestro futuro son los deshechos de nuestros competidores, son lo que ellos ya no necesitan o no necesitan tan prioritariamente porque ya cuentan con avances muy superiores.

Pregunto: si no estamos formando descubridores, innovadores ¿podemos llegar a ser algún día una de las naciones de mayor progreso en el mundo? No, con toda seguridad.

Pero hay más. La ignorancia es la base de la opresión. Cuentan que Catalina La Grande, una mujer progresista, le dijo a su ministro de educación: “Prepare todo lo necesario porque quiero que cuando yo muera todo el pueblo de Rusia sepa leer y escribir”; “Su majestad” –dicen que le contestó el funcionario- “eso es muy peligroso”. Cierta o no la anécdota, su enseñanza no tiene discusión: un pueblo ignorante, que no sabe entender un periódico o un noticiero, que no puede discernir las maldades que se encierran en las frases de las campañas electorales o no conoce las leyes o no puede ni siquiera encontrar las palabras para dirigirse y enfrentar a un sujeto con saco y corbata, es un pueblo oprimido y explotado. Un pueblo con cultura, con conocimientos es un pueblo que no sólo es muy difícil de engañar, es un pueblo que se defiende y exige.

Necesitamos entonces una educación adecuada a estos dos propósitos básicos. Para la mejora personal en la vida necesitamos niños y jóvenes trabajadores, conocedores, creativos, muy bien preparados en las ciencias sociales y en las ciencias naturales que puedan competir con los mejores del mundo; necesitamos profesionistas que puedan vender en el mercado laboral lo que saben y no egresados de las escuelas que se sumen a la corrupción que nos agobia porque no tienen capacidad para leer ni el título que les entregaron. Y desde el punto de vista trascendente, para el progreso de todos los mexicanos sin distinción, necesitamos sabios que generen avances tecnológicos y científicos únicos en el mundo para aplicarlos y para, en su momento, ponerlos a la venta. Y necesitamos, nos urge, un pueblo culto, conocedor, preparado, consciente de los trastupijes de los políticos venales y consciente de sus derechos y de la forma más eficaz de conquistarlos.

¿Va a lograrse todo esto si la educación de las futuras generaciones está en manos de líderes charros que practican y propugnan la máxima ganancia y el mínimo trabajo? ¿Va a lograrse con la educación en manos de una camarilla que ha renunciado (si alguna vez la practicó) por completo a trabajar de la mano con el pueblo y ya mira a los padres de familia de los niños que supuestamente educa como sus enemigos a vencer? ¿Va a alcanzarse todo esto con unos altos funcionarios de la educación cuyo progreso personal y político depende de la protección que les briden y de la complicidad que mantengan con los anteriormente descritos? La mejor respuesta a estas interrogantes la tiene el lector.