Chihuahua atrae inversionistas porque el trabajador es desechable: experto

**En la actualidad la relación laboral concluye cuando la empresa considera que el trabajador ya no resulta rentable. Ya no existe ningún vínculo empresa-trabajador.


Chihuahua atrae inversionistas porque el trabajador es desechable: experto

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2015, 20:51 pm

Chihuahua, Chih.- Desde el punto de vista antropológico se considera que el hecho de que importantes empresas volteen a ver a Chihuahua para asentarse, no es más que una muestra de la precarización laboral de las últimas décadas, que dio lugar a una mano de obra más barata que en otros puntos de la República.

Enrique Soto Aguirre, antropólogo y doctor en Ciencias Sociales, realizó esta aseveración tras concluir el pasado 2014 su trabajo de dos años de tesis en empresas maquiladoras de la rama aeroespacial de Montreal (Canadá), Querétaro y Chihuahua, señalando que, sin duda, Querétaro es “una región boyante” en materia de arneses, trenes de aterrizaje e incluso ensamblaje de fuselajes de aviones de la compañía Bombardier, siendo elegida por su tradición laboral especializada.

“Chihuahua, a diferencia de Querétaro, también es un sector emergente el aeroespacial en Chihuahua, aunque ya había antecedentes de empresas de los 90”, recordando que la primera maquila de este rubro se asentó en Ciudad Juárez y se especializó en la elaboración de tableros. En este sentido, afirmó que, con base en las observaciones durante su trabajo, las previsiones de crecimiento para 20 años se vieron rebasadas en apenas 5 o 7, “Honeywell ya va para su quinta planta”.

Durante su estudio trabajó con personas de dos generaciones distintas, destacando que mientras en Canadá quienes laboraban en la industria aeroespacial eran personas sindicalizadas y que se formaron como trabajadores de aviones, en Chihuahua era gente procedente de la maquiladora “sin la tradición de 100 años de los canadienses”.

En Chihuahua, como consecuencia de la precarización del trabajo, la desaparición del verdadero sentido de colectividad en las empresas, en las negociaciones y en los propios convenios, en detrimento de lo individual y la satisfacción del cliente, reflejada incluso en los contratos colectivos, puso fin a una generación que solía hacer del trabajo su primera casa, que se casaba con la empresa y que cuando se jubilaban se encontraban “en un vacío porque tus hijos crecieron y se marcharon o porque eres un extraño”.

El nuevo sistema trajo consigo salarios más bajos de apenas 700 pesos e introdujo, dentro de esa individualización, el pago por bonos por cumplir una serie de requisitos, ser más productivo, más efectivo y servir más al cliente. “El trabajo te obliga a hiperespecializarte y quieres ser tan bueno, tan bueno y efectivo, que ya no eres buen padre, buen amigo, buen lector…”. Ante esta circunstancia, la generación posterior, que sufrió esa desestructuración en sus casas, empezó a apostar por la tendencia de vivir mejor.

“Yo no quiero horas extra, no me sirve mucho un carro nuevo cada dos años, una casa nueva, porque los hijos necesitan un padre y una madre. Prefiero vivir mejor y la percepción sobre el vivir mejor ya cambió hace 10 años, antes era tener muchas cosas aunque tuvieras muchos empeños, ahora es darme tiempo para mí”, aseguró Enrique Soto.

Ahora, prosiguió, la actitud ante la vida pasa por cosas “que no deba pagar, sino disfrutar”, aunque ese renunciar a un poco de salario comporta un serio problema a la hora de la jubilación, más cuando para tener un fondo de pensión “mínimamente digno trabajar 20 horas diarias” y los bonos no contribuyen al retiro, sino que lo hacen más precario.

Con la individualización de las empresas y la introducción de los criterios de rentabilidad, desapareció la cuestión de identidad con la empresa y la fidelidad de ésta, que ofrecía contrato de base por 30 años que permitía sacar créditos y aseguraba el retiro, mientras que en la actualidad la relación laboral concluye cuando la empresa considera que el trabajador ya no resulta rentable.