Carl Lumholtz: un hombre de vanguardia en la Tarahumara

**FOTO: bestias de carga y equipo del Doctor Lumholtz. Sierra Madre, finales de 1890 o principios de 1891.


Carl Lumholtz: un hombre de vanguardia en la Tarahumara

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 17:00 pm

“Me agrada la sociedad con el hombre; pero ¡cuánta serenidad y calma inspira... la comunión con la naturaleza!”
(Carl Lumholtz)

Por: Alicia Pérez Rodríguez/ La Crónica de Chihuahua

¿Quién no ha oído o leído acerca de él? Se le conoce como alguien que viajó y que describió lo que vio en sus viajes. Pero en sus trabajos descriptivos, Carl Lumholtz, autor del libro de viajes “México Desconocido”, puso más que la pura descripción, y en su lenguaje se asoma la admiración hacia las culturas y costumbres que estudió.

Lumholtz fue el primero que puso a la Sierra Madre Occidental, y a los rarámuris, tepehuanes y huicholes, en el primer plano del conocimiento universal, para empezar.
Un océano de montañas, así le llamó Lumholtz a la Sierra Madre, la cual mide 1,400 kilómetros de longitud y que fue recorrida a lomo de mula por el explorador noruego en tres expediciones diferentes, de 1890 a 1897.

Su “México Desconocido” es considerado como un “llamamiento precursor y apasionado a la tolerancia étnica y en favor de los derechos de los indígenas”.

En la búsqueda de las “razas bárbaras y salvajes”, como las describía el lenguaje racista de sus días, Carl Lumholtz se encontró a sí mismo, y con el contacto con los pueblos de la sierra, su arrogancia europeizante y superiorizante se habría de ver mermada. Más humilde al cabo de su viaje, Lumholtz, sin embargo, no dejó de ser nunca un ser esencialmente aislado.

El joven Carl logró convencer a familias adineradas de su tiempo, como los Carnegie y los Vanderbilt, para que aportaran fondos para una expedición, la que finalmente conformó e inició el 9 de septiembre de 1890 en Bisbee, Arizona, con punto de internación a México en Agua Prieta, Sonora. Tras una inicial incursión por el río Aros, Lumholtz se internó en la parte norte del estado de Chihuahua, por la región de los llanos de Casas Grandes y luego se dirigió al sur, a la zona Tarahumara, donde tocó los puntos de El Yepo, Chogüita, Norogachi, Guachochi, Baborigame.

Se asombró del juego de la bola tarahumara, se admiró de la nobleza de nuestros indígenas: “Se advierte en su apariencia cierta actitud de nobleza y reserva que no había desaparecido al contacto con los blancos y mestizos. El omnipotente peso no tiene devotos entre tales indios (se refiere a los tarahumaras), pues nada necesitan de lo que el dinero puede proporcionar, y más les cautiva la persuasión, la benevolencia o la justicia, que el oro”.

Lumholtz pasó 18 meses completos refugiado en las escarpadas tierras altas de Chihuahua, registrando la lengua y los cantos sagrados tarahumaras, bebiendo tesgüino y descubriendo las cosas ocultas de la cultura de esta etnia. En una fiesta, Lumholtz observa a una joven que corteja a un hombre:

“Trata de llamar la atención del mozo bailando delante de él zafiamente y sin cambiar de lugar; pero es tan vergonzosa que continuamente se mueve de espaldas hacia él. Puede también sentársele cerca, tirarle de la frazada y cantarle con dulce voz alguna canción amorosa: “Se-ma-te re-hoy i-rú, Se-ma-te-re-hoy i-va (Hermoso hombre por cierto, hermoso hombre por cierto)”. Las palabras de Carl Lumholtz revelan su vocación: “Me agrada la sociedad con el hombre; pero ¡cuánta serenidad y calma inspira... la comunión con la naturaleza!”.