CÓMO PERDIMOS LA SIERRA

**En esos ranchos y pueblos, la vida se muere a las 6 de la tarde. Nadie sale a la calle, ni por una necesidad. La propia Ciudad Madera, capital de esta parte de la sierra, parece un pueblo deshabitado nada más cae el sol.


CÓMO PERDIMOS LA SIERRA

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 15:30 pm

Artículo de Ernesto Aguirre Arzábal

Chihuahua, Chih.- Grandes regiones de la sierra de Chihuahua se están despoblando como consecuencia de la guerra entre los cárteles de la droga. Y en la actividad agropecuaria se registra no nada más un crecimiento nulo, sino que poblados otrora boyantes en su economía y desarrollo, se encuentran sumidos en la peor de las depresiones.

Ese fenómeno está oculto para la mayoría de los habitantes de las ciudades de Chihuahua, porque la violencia y los enfrentamientos con resultado de sangre son eventos públicos más o menos visibles en las zonas urbanas, pero con respecto a las regiones rurales, existe un silencio casi total por parte de la prensa. En la cuenca lacustre de la Babícora, región que abarca partes de los municipios de Madera y Gómez Farías, existe una situación de guerra que es desconocida para los chihuahuenses de otras partes.

En El Alamillo, en El Aguaje, en la colonia agrícola y pecuaria de Nicolás Bravo, en Las Varas Babícora –ésta última que fue un importante emporio comercial– y en todas las rancherías de esta zona, ha habido más de cincuenta personas desaparecidas, que se cuentan aparte de los casi sesenta muertos. “Ya nadie puede venir aquí, no podemos vivir, y más de la mitad de los habitantes de la región ya está en los Estados Unidos en calidad de exiliados, sobre todo en las ciudades de Phoenix en Arizona y en Albuquerque, Nuevo México, porque tienen miedo”, dijo un habitante de El Alamillo.

PASADO DE GLORIA

Para poner un ejemplo, hay que tomar el de Las Varas. Se trata de un pueblo fantasma, pequeña población que ya se quedó sin la mayoría de sus habitantes debido a la falta de trabajo y de industrias para emplear a los lugareños. Pero a la depresión económica que siguió a la caída de la agricultura de temporal a fines de los años noventa, y que nunca se recuperó pero ni tantito, se suma ahora el clima de amenazas y de enfrentamientos. Es la toma literal y práctica de todo el territorio por parte de las actuales bandas delictivas. Un presidente seccional hizo hace ya un lustro una predicción sombría: que al pueblo le quedaban, cuando mucho, cinco años de vida si no se invertía en infraestructura que produjera fuentes de empleo. Esa predicción fue cabalmente cumplida por la realidad, y además se rebasó con mucho.

Lo que fue hace apenas 25 años un emporio maicero y un importantísimo centro de acopio de productos agrícolas y madereros, hoy está convertido en un cuasi-pueblo fantasma debido a la emigración de su población hacia, principalmente, los Estados Unidos.

Al inicio de la década que acaba de cerrarse, había en Las Varas un total de 5 mil habitantes, y diez años después apenas llegan mil 500. El único empleo fijo que queda es el aserradero, pero éste está a punto de cerrar por la falta de mercado para la madera.
Una fábrica de baquetas y monturas para caballo es de las pocas fuentes de empleo, y unas 50 personas se ganan ahí la vida.

En el pasado reciente, se habló en Las Varas de una “posible” llegada de una planta maquiladora, que era dizque el proyecto de unos japoneses, pero independientemente de si hubo o no un proyecto o un deseo, todo resultó a la postre en una especie de leyenda urbana que hoy se cuenta con humor agrio. Y es una lástima que no haya más empresas, porque el poblado cuenta con agua, luz y teléfonos, además de una muy buena comunicación carretera.
Las Varas se encuentra a 40 kilómetros de Ciudad Madera y tiene 10 kilómetros de terracería para llegar por el lado de la cabecera municipal. Por el lado de Nicolás Bravo le llega una carretera pavimentada en buen estado.

En los buenos tiempos se llegaban a cargar aquí furgones del ferrocarril con unas 12 mil toneladas a la semana, de las cuales 8 mil eran de maíz y 4 mil de frijol. Funcionaba una bodega enorme de la empresa Maseca, donde se almacenaba el grano en espera de ser transportado a los molinos. Cuarenta vagones del tren eran los que se cargaban cada semana, tan sólo de lo que se acopiaba en la Alta Babícora. Los trabajadores laboraban jornadas de hasta 18 horas para llenar los vagones del ferrocarril. En ese tiempo todo era bonanza, además de que había otras actividades que, como la ganadería, ocupaban a cerca de 400 ganaderos, y era fuente de ingresos muy importante.

De 850 casas habitadas en enero de 1998, hoy sólo quedan unas 350.

VIOLENCIA DESBORDADA

Hace unos días, mataron a un muchacho en El Alamillo, y como sus parientes no pudieron asistir al sepelio, mejor se llevaron el cadáver a Albuquerque.

De una población de 5 mil habitantes que tenía en 1970, Nicolás Bravo cuenta ahora, si mucho, con apenas unos 2 mil 300. Allá parece que hubiera habido un bombardeo: primero hubo 9 casas incendiadas, pero en venganza, las bandas contrarias incendiaron otras 11 viviendas.

En un hecho inusitado en una zona en la que elementos del Ejército hacen recorridos periódicos de vigilancia, los narcotraficantes instalan sus propios retenes. A doña Refugio N., quien vive en Estados Unidos y vino a visitar a sus parientes, le quitaron 3 mil dólares en uno de estos retenes; a su esposo lo despojaron de sus botas, de su cinto y hebilla, y les quitaron la ropa de todos en uno de esos “retenes”.

En esos ranchos y pueblos, la vida se muere a las 6 de la tarde. Nadie sale a la calle, ni por una necesidad. La propia Ciudad Madera, capital de esta parte de la sierra, parece un pueblo deshabitado nada más cae el sol, a pesar de que el presidente municipal diga que allá no pasa nada.

Y la prensa, por miedo, no da noticia de todo eso que pasa en la Babícora.