Brexit: shock geopolítico o escándalo imperial

**Pesarán en el derecho a decidir de los británicos dos cosas: el pacto secreto del primer ministro con Bruselas y la presión de Washington sobre su aliado inglés.


Brexit: shock geopolítico o escándalo imperial

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2016, 13:48 pm

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Nydia Egremy

El Reino Unido decidirá el 23 de junio si permanece en la Unión Europea. Detrás de este dilema están los efectos de la lucha intercapitalista entre corporaciones y élites. Para algunos, la eventual salida (brexit) del Reino Unido del bloque europeo causaría un “shock geopolítico” y, según otros, contribuiría a eliminar el aparato burocrático e intervencionista de la Unión Europea.

Entretanto, pesarán en el derecho a decidir de los británicos dos cosas: el pacto secreto del primer ministro con Bruselas y la presión de Washington sobre su aliado inglés.

La crisis financiera global se expresó en los países de la Unión Europea de forma más intensa, duradera y profunda por su alto grado de integración e interdependencia económica. Las políticas de austeridad sólo abonaron a la espiral recesiva global y a la pobreza, desempleo e inestabilidad de millones de personas, las corporaciones y bancos respondieron “sálvese quien pueda”.

Hoy el Reino Unido evalúa si continúa o se retira del mayor mercado regional por el creciente descontento de sus ciudadanos con el bloque y empujado también por el interés imperial.

Si en el pasado Europa Occidental y el entonces Imperio Británico participaron del despojo de territorios, saqueo y uso estratégico de la violencia global, hoy sus corporaciones, organismos financieros y élites compiten por mayor influencia, poder y ganancias entre el Mediterráneo, el mar del Norte y el mar Báltico. En el siglo XXI, las empresas británicas son “pesos pesados” en el mercado europeo y casi todas apoyan la campaña Britain stronger in Europe para permanecer en la Unión Europea.

Entre estas corporaciones figuran Virgin, EasyJet, la cadena de almacenes Marks & Spencer y la firma Iritis Gas, todos ellas sumadas a la campaña Britain stronger in Europe. Mientras tanto, al otro lado del Canal de la Mancha, se enriquecen las firmas británicas Royal Dutch Shell (Holanda y Reino Unido), Brittish Petroleum (BP), HSBC, Barclays, Lloyds Banking Group, Prudential, Standard Chartered y Legal & General (servicios financieros).

También participan Vodafone y BT Group (telecomunicaciones); Rio Tinto Group (minería); Glencore (conglomerados); SSE, National Grid y Centrica (electricidad); GlaxoSmithKline y AstraZeneca (farmacéutica); Bae Systems (aeronáutica), Compass Group (alimentos), Brittish American Tobbaco e Imperial Tobbaco (tabaco) y TUI Travel e International Airlines Group (transporte).

Esos bancos, empresas mineras, energéticas, farmacéuticas, alimenticias y de telecomunicaciones despliegan a sus cabilderos para influir en las políticas del Parlamento, la Comisión y el Consejo europeos, los órganos más importantes de la Unión Europea. Según Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, en Bruselas se concentran unos 15 mil lobbistas (más de uno por cada funcionario) y 90 por ciento de ellos representa a empresas mundiales.

Oliver Hoedeman, del Observatorio de Corporaciones Europea, explica que las decisiones más importantes sobre comercio e inversión en la Unión Europea se adoptan en el “Comité 133”, donde los ministerios de Economía o Industria y representantes de la Comisión Europea buscan “desarrollar sus políticas de comercio exterior a favor de intereses de las trasnacionales”.

A su vez, la vocera del grupo alemán WEED, Christina Deckwirth, refiere que el Parlamento Europeo informó que 950 grupos de interés económico y 300 trasnacionales presentes en Bruselas, tienen “acceso extraordinario” a las instituciones europeas. Ese es el juego de poder empresarial tras el Brexit.

Socios, no amigos

La idea de la integración europea resurgió tras la Segunda Guerra Mundial para fomentar la cooperación económica como garantía de paz; se propuso el “mercado único” para mover libremente bienes y personas entre Estados y una moneda única (el euro). En 1973, el Reino Unido se unió a la Comunidad Económica Europea (CCE), tras el boicot petrolero de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) a Estados Unidos y a Europa, por apoyar a Israel en la llamada guerra del Yom Kipur contra Siria y Egipto.

Hoy el bloque se promueve como una asociación económica y política cuyo Parlamento (con sede en Bruselas) dicta normas sobre medio ambiente, transporte, derechos del consumidor, tarifas telefónicas, entre otros, a los 28 miembros. A seis años de la crisis financiera, la Unión Europea enfrenta graves problemas económicos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) esa zona es el principal contratiempo para el crecimiento mundial con 25 millones de desempleados, 25 por ciento de sus jóvenes bajo contrato temporal y otro 19 por ciento con uno o dos años sin trabajo.

Además, las políticas de austeridad no se han traducido en mayor crecimiento europeo; de ahí que el bloque oscile entre la austeridad o un plan de gastos que reanime la economía. En la medida que los síntomas del deterioro económico se intensifican (desempleo-estancamiento-deflación) aumenta el riesgo de una recesión más prolongada, advertía en 2015 la subdirectora del Centro Cubano de Investigaciones para la Economía Mundial, Jourdy Victoria James Heredia.

En la Unión Europea, el Reino Unido y sus 64.9 millones de pobladores tienen un estatus diferente al de los otros miembros: no pertenece a la Eurozona ni al Espacio Schengen (26 países sin controles fronterizos entre sí) y tiene 73 escaños en el Parlamento. Sin embargo, Londres critica el gran aparato burocrático de la Unión Europea y su injerencia extraterritorial en comercio y migración.

Como parte de su política de austeridad, el Gobierno conservador del primer ministro David Cameron prevé grandes recortes al gasto social, que han generado las protestas de unos 80 mil británicos. A pesar de ello, el Reino Unido es el segundo mayor contribuyente de la Unión Europea con el 19.8 por ciento de su presupuesto (unos 16 mil millones de dólares anuales). Esta aparente contradicción también influye en el ánimo de los partidarios y detractores del brexit. Los primeros están reunidos en el grupo “Vote por Salir” y los segundos en “El Reino Unido, más fuerte en Europa”.

A favor del brexit

Los primeros (euroescépticos) se agrupan en el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, en inglés) y el Partido Laborista. Argumentan que el país ha perdido soberanía frente a Bruselas y uno de sus líderes, Nigel Farange, expresa: “somos lo suficientemente buenos para ser una nación independiente, con nuestro gobierno fuera de la Unión Europea”.

Y reclaman que lo que aporta el Reino Unido a la Unión Europea supera los beneficios que reciben los británicos. También critican la imposición de controles migratorios del bloque, que fiscaliza el ingreso de quienes escapan de conflictos en sus países de origen.

También favorece esta salida casi la mitad del Partido Conservador, incluidos cinco miembros del gabinete, entre ellos el ministro de Justicia, Michael Gove y la secretaria para el Empleo, Priti Patel.

Ante la crisis migratoria, Gove y Patel propusieron imponer fuertes requisitos a los migrantes europeos: hablar bien inglés, aprobar un sistema de puntos para elegir a los más calificados, cuyos atributos contribuyan a la economía británica.

El líder de “Vote por salir”, el exalcalde londinense Boris Johnson, insiste en que el reino ha perdido el control de sus fronteras. Ante tal posición, el director del Consejo Europeo sobre Relaciones Exteriores (ECFR, en inglés), Mark Leonard, los califica de “élite eurófoba” que, junto con los medios, buscan influir emocionalmente sin argumentar racionalmente.

Contra el brexit

Aseguran que la Unión Europea sin el Reino Unido sería más pequeño, más pobre y menos influyente internacionalmente. El ministro italiano de Economía, Pier Carlo Padoan, ha advertido que la brexit ocasionaría un “shock geopolítico”, pues rompería los equilibrios dentro del bloque; los ministros de economía del Grupo de los 20 (G-20) ven en esa eventual salida un riesgo de “desestabilización” de la economía mundial. Según los sondeos, 38 por ciento de la población se inclina por permanecer en la Unión Europea, “siempre que se reduzcan los poderes de Bruselas”.

Además de Cameron, entre los partidarios por permanecer se encuentra el nuevo alcalde londinense y primer musulmán en ocupar ese cargo, Sadiq Khan, quien sostiene que más de medio millón de empleos londinenses dependen de seguir en la Unión Europea.

El líder del partido laborista, Jeremy Corbyn, también apoya que su país siga en la UE, pese a su antigua posición euroescéptica. A la vez, unas 80 empresas británicas incluidas en el índice FTSE 100 (es decir, los 100 principales valores en la Bolsa de Londres) respaldan la permanencia.

En general, los partidarios de ésta sostienen que el Reino Unido perdería el trato especial que la Unión Europea concede a las islas. Cameron y su partido temen pasar a la historia como los causantes de la escisión de su país con Europa y que caiga la inmigración que ha sido ventajosa al país, pues dificultaría que cursaran estudios o asumieran sus empleos, con lo que se dañaría el propio sistema educativo británico.

Para atizar el temor de la opinión pública, un informe del comité de política exterior de la Cámara de los Comunes advierte que el brexit alteraría el equilibrio político en Gibraltar y las Islas Malvinas al dejar sin protección a la población británica en esos lugares.

Predice mayor agresividad de Argentina en las islas y que España aprovecharía para “minar, aislar y excluir” la presencia británica en Gibraltar. La relación con Escocia también se enfriaría aún más, pues los escoceses son partidarios de permanecer en la Unión Europea.

México no quedaría fuera de la ola expansiva si el Reino Unido opta por el brexit. Desde el virreinato hubo fuertes vínculos bilaterales que se fortalecieron en 1821, cuando el Imperio Británico reconoció a la República y cuatro años después ambos Estados pactaron su primer Tratado de Comercio y Amistad. En territorio británico viven, estudian o trabajan unos ocho mil mexicanos y en nuestro país están presentes unos dos mil ciudadanos de ese reino.

Estados Unidos

El debate en torno al brexit no es ajeno al interés de Estados Unidos en Europa, región en la que aspira a imponer su nuevo orden internacional y a fortalecer su cooperación histórica con el Reino Unido.

Ambos han sido socios complementarios en su política imperial y fortalecieron su alianza tras el 11-S. Ya sean conservadores o laboristas, los primeros ministros Margaret Thatcher, John Major, Tony Blair y David Cameron se han mostrado dóciles con las políticas antiterroristas del mandatario estadounidense en turno.

Barack Obama defiende la permanencia en la Unión Europea. En su visita a Londres, en abril pasado, declaró que al Reino Unido le llevaría 10 diez años negociar acuerdos comerciales con Estados Unidos si sale del bloque, el mayor socio comercial de Washington.

Se refería así al muy secreto Tratado Trasatlántico de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) que se negocia entre la Unión Europea y Estados Unidos. El próximo 28 y 29 de junio, la Comisión Europea pedirá a los jefes de Gobierno y de Estado de los 28 que confirmen su mandato para negociar ese acuerdo multidimensional. Para entonces, Londres y Bruselas ya conocerán el resultado del referéndum.