Aumentan inmigrantes mexicanos en el desamparo en EEUU

**Líderes religiosos y activistas afirman que desde 2010 se incrementó rápidamente la cifra de quienes buscan un trozo de pan y un techo.


Aumentan inmigrantes mexicanos en el desamparo en EEUU

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2015, 20:13 pm

Nueva York.- Su ropa deshilachada pide socorro por todas las abiertas costuras sin que sus gritos logren la conmiseración de los transeúntes con prisa. No recuerda cuál es su nombre, pero en El Bronx lo llaman Pepe Sopo. Él se presenta como un mexicano sin techo, ni esperanza.

“Estoy cansado de esta perra vida”, susurra y oculta con su mano callosa una sonrisa desdentada. “Lo único que tengo es la calle”.

Pepe dice que es un cuarentón sin el privilegio de la memoria. Tal vez nació en 1972, pero no tiene documentos de identidad que confirmen su edad. Parece más viejo con su cuerpo esquelético y consumido por el hambre y las adicciones, y las arrugas profundas en su piel morena.

“Es bien raro que te interese cuando nací porque a nadie le importa qué voy a morir”, sentenció. “Nos morimos sin nadie que pida a Diosito lindo por nuestras almas”.

El reverendo Danilo LaChapel, de la Iglesia Evangélica de El Bronx, no sólo implora los favores divinos para cientos de inmigrantes desamparados en el sur del Condado de la Salsa y su vecino barrio East Harlem. En los últimos años, un ejército de mujeres voluntarias colabora con el líder religioso para extender su programa de alimentos a las paradas de jornaleros.

LaChapel contó que desde 2010 se incrementó rápidamente la cifra de inmigrantes sin techo que buscan un trozo de pan y sopa caliente en su iglesia. Los martes, cuando se sirven alimentos cocinados en el comedor comunitario, entre 100 y 300 inmigrantes en condiciones de abandono hacen fila para recibir el único bocado del día.

El religioso contó que la mayoría son mexicanos y centroamericanos -especialmente hondureños- que emigraron a Nueva York recientemente o residen en la ciudad por más de 20 años.

“Me apena ver a los jovencitos que huyeron de la violencia de sus países y llegaron aquí, solos, sin nadie que les dé la mano. Otros son hombres mayores que no consiguen empleo por la edad”, sostuvo Fiordaliza Emiliano, voluntaria por tres años.
La dominicana lleva alimentos a las paradas de jornaleros en El Bronx y paciente escucha las historias de tragedia, como la de Pepe Sopo, quien emigró de Cholula, Puebla, hace una década animado por las dádivas de unos ‘turistas gringos’ que visitaron su pueblo.

“Un día llegaron regalando dólares y quise probar esas delicias, pero esta vida perra sólo me dio amarguras”, dijo Pepe, quien perdió el rastro de sus hermanos hace tres años. “Dejé a mi esposa y a mis hijas para venir a dormir en los parques de El Bronx”.
David Hernández, un jarocho -original del puerto de Veracruz- de 30 años, entró a la iglesia con la camisa desabotonada hasta el pecho y avergonzado reconoció la resaca. Su cena de la noche anterior fue una botella de licor barato.

“Yo no soy desamparado, pues tengo muchas casas. Los parques, los puentes, los techos y los edificios abandonados son mis casas”, dijo. “A mi nada más me duele que mi amigo Ever se murió. Pobrecito, se murió solito”.

Hernández se quejó de que adolescentes afroamericanos y latinos lo molestan por diversión. “Me defiendo con mis puños y con mis dientes”, dijo.