Amnesia histórica y la cultura islámica

**En la época de las Cruzadas, mientras la mayoría de los pueblos de Europa vivía una etapa oscurantista, un número notable de naciones del Cercano Oriente tenía un grado elevado de cultura y civilización.


Amnesia histórica y la cultura islámica

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2017, 16:00 pm

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M. A. Aquiáhuatl

La guerra y la invasión militar siempre han tenido como factor esencial lo económico. Es cierto que ciertos discursos políticos atribuyen a estas prácticas indeseables de saqueo motivos civilizadores, religiosos o hasta humanitarios, y que esta flagrante tergiversación de la verdad se ha acentuado aún más en la fase imperialista del capitalismo, llegándose a apostar no sólo a la mentira sino también al olvido.

Los esfuerzos que ha hecho la burguesía para que la enseñanza de la historia desaparezca en la educación básica están en consonancia con ello.

Antes los lamentables sucesos en Siria, hoy nos enteramos de que no son pocas las personas que se encuentran confundidas y que incluso aplauden con vehemencia la rapiña de Estados Unidos en la región del Oriente Medio.

La propaganda sentimentaloide y amarillista de los noticieros televisivos tiene el éxito asegurado en una sociedad que es ajena a lo histórico y que, por ende, está negada a comprender a otras culturas, y tiende entregarse a eventuales expresiones de xenofobia o racismo a causa de que ese tipo de sentimientos siempre están latentes en muchas comunidades nacionales.

De ahí que dentro del imaginario popular de las sociedades de Occidente hablar de países del Oriente Medio –región con hegemonía religiosa islámica– sea sinónimo de pueblos fanáticos, bárbaros y aun terroristas.

La disparidad llega a ser tal que entre los musulmanes y las personas de cultura Occidental, media una barrera inmensa, cuando en el fondo las añejas relaciones sociales entre ambos grupos culturales siempre fueron estrechas. Aún más: la formación moderna de la cultura de Occidente, incluida la que generó el periodo de esplendor conocido como Renacimiento, se debió en gran parte a las aportaciones modernas que los países islámicos le hicieron hasta el siglo XI de nuestra era.

No es exagerado decir que en la época de las Cruzadas, mientras la mayoría de los pueblos de Europa vivía en la etapa oscurantista de la Edad Media, un número notable de naciones del Cercano Oriente tenían un grado elevado de urbanización, la actividad de su artesanado era intensa, al igual que su comercio local e internacional, y sus avances científicos contrastaban notoriamente con los de Occidente.

La dirección de los conocimientos fluía de Oriente a Occidente. La tradición grecolatina pudo ser conservada gracias a que los califatos islámicos mantuvieron suntuosas bibliotecas con copistas y eruditos. Eran auténticas ciudades del saber.

En Bagdad, actual capital de Irak, se contabilizaban más de 100 papelerías, una mercancía altamente demandada en una ciudad culta. En las Mil y una noches se describen califas y príncipes que a la par que atienden asuntos políticos, son amantes del canto, la danza, la poesía y otras disciplinas del arte. Por ello no será extraño que siglos después artistas europeos, de la talla de Ingres o Delacroix, fundaran el orientalismo y se inspiraran en la magnificencia cultural de los países del Oriente Medio para enriquecer la expresión clásica de la pintura europea del siglo XIX.

En el libro Las cruzadas vistas por los árabes se citan relatos donde se dice que los conocimientos en medicina de los occidentales eran tan incipientes que los árabes se sorprendieron cuando los cruzados no sabían cómo atender una herida, pues su único tratamiento era la amputación del miembro afectado, cuando muchas veces sólo era cuestión de higiene elemental.

Y es que la medicina oriental, sustentada en las aportaciones del gran médico y filósofo Avicena del siglo X, había realizado avances importantes.

Su obra magna El canon de medicina, conocido también como Canon de Avicena, integrado en 14 volúmenes, incluye numerosos estudios de fisiología basados en la experimentación y la cuantificación sistemática, las que posteriormente sirvieron de punto de partida de la medicina moderna europea y universal. Avicena fue además un especialista en Aristóteles, el gran filósofo griego clásico que para la Europa de entonces –la medieval– era ya un completo desconocido.

Pero el sabio médico árabe no fue una excepción en el mundo islámico. También resaltaron en importancia Averroes, a quien el pintor Rafael de Sanzio dedicó su afamado fresco “La escuela de Atenas” y Maimónides, otro médico, poeta y filósofo de origen judío español de gran reputación en la cultura del Cercano Oriente.

En el terreno de las ciencias sociales basta recordar a Ibn Jaldún, historiador, sociólogo, economista, geógrafo, demógrafo y estadista. Sus investigaciones sociales fueron pioneras, en opinión del historiador inglés Arnold J. Toynbee: “Ibn Jaldún concibió y formuló una filosofía de la historia que es sin duda el trabajo más grande que jamás haya sido creado por una persona en ningún tiempo y en ningún país”.

Este breve recuento solo alude a los más representativos pensadores medio-orientales de ciertas disciplinas, pero ellos no fueron los únicos creadores del área medio oriental que enriquecieron las ciencias y las artes de la historia universal.

Los avances de los musulmanes en varios campos del conocimiento generaron conceptos y palabras que enriquecieron las estructuras económicas, sociales y culturales cristianas y que pasaron íntegramente a la lengua española con su nominación árabe original.

En el ámbito jurídico tenemos conceptos como alcalde, alguacil o albacea; en el comercial figuran las palabras almacén, almoneda, quilate, arroba, quintal y fanega; en la producción artesanal que, como dijimos, fue una actividad principal, superviven los nombres de varios oficios: alfarero, albéitar, albañil o alarife, este último asignado a los constructores de alcantarillas.

En la agricultura prevalecen los términos albaricoque, alcachofa, acelga, algarroba, naranja, noria, aljibe y alberca. Se estima que más de cuatro mil palabras del español actual tienen su origen directo en la lengua árabe.

El rechazo que actualmente algunas de las sociedades capitalistas de Europa y América de nuestros días manifiestan contra la gente que profesa el Islam, nunca existió contra las comunidades cristianas y judías que estuvieron en el poder de los países musulmanes.

El historiador francés Claude Cahen afirma que la intolerancia religiosa islámica es un mito; es verdad que para los musulmanes es un deber religioso convertir a los “infieles”, pero no fueron pocos los periodos en los que coexistieron pacíficamente con éstos y aun los protegieron.

Incluso se asegura que la cultura judía se mantuvo y desarrolló gracias a que en el mundo musulmán halló abrigo y a que, específicamente en los siglos IX y XI, éste fue como un paraíso para el éxito económico de algunas de sus comunidades, pues los judíos jamás fueron segregados socialmente ni confinados a lugares equivalentes a los guetos, como a los que hoy el Estado de Israel envía a los palestinos musulmanes.

Como puede verse, un repaso histórico, así sea somero, derrumba cualquier justificación a la invasión militar, el racismo y la xenofobia. El imperialismo hace de las calumnias verdades con base en el uso de la repetición de hechos triviales o espectaculares a través de los medios de comunicación masiva. Por eso la concienciación política de las masas debe incluir en su arsenal ideológico el indispensable conocimiento de la historia.