Abusos azucarados

REPORTAJE NACIONAL/ La Crónica de Chihuahua


Abusos azucarados

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2017, 18:00 pm

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Martín Morales

El pasado siete de marzo la sorpresiva orden del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, de cancelar 54 permisos de exportación de azúcar nacional destinada a Estados Unidos (EE. UU.), puso en evidencia las condiciones leoninas que los empresarios y el gobierno estadounidenses han impuesto a México en sus relaciones de intercambio en éste y otros productos primarios, toda vez que detrás de dicha noticia se ocultó una maniobra especulativa de los azucareros de ese país para mantener los precios del endulzante en su propio mercado.

Esta maniobra comercial implicó el arbitrario rechazo de la parte estadounidense a 120 mil toneladas de azúcar que ya se hallaban “en puerto”; la violación a un acuerdo binacional específico firmado en 2014 y la amenaza de aplicar a los productores mexicanos una millonaria sanción económica por concepto de multas e indemnizaciones dictaminadas por el Departamento de Comercio de EE. UU. (USDOC) y tribunales corporativos integrados por abogados al servicio de las empresas trasnacionales.

En contraste con la citada acción unilateral de la iniciativa privada y el gobierno estadounidense, que en todo apoya a sus productores, el gobierno federal ha desoído propuestas para endurecer la posición de México y hasta el momento mantiene sin cortapisas su compromiso de seguir importando de EE. UU. un millón 400 mil toneladas de jarabe de fructosa de maíz amarillo, cuyo precio subsidiado le ha permitido desplazar el azúcar mexicano de la producción de refrescos, galletas y pan industrializado.

Tras el anuncio de Guajardo del día siete, el viernes 10 de marzo Wilbur Ross, un multimillonario que el actual presidente de EE. UU., Donald Trump, habilitó como titular del USDOC el pasado 27 de febrero, intentó matizar el impacto que causó la suspensión de las exportaciones de azúcar mexicano, justificando su cancelación con el argumento de que éstas se darían dentro del “límite temporal” establecido en el acuerdo azucarero y acarrearían sanciones millonarias a los productores mexicanos.

Propietario de empresas mineras y siderúrgicas, Ross posee una fortuna calculada en dos mil 900 millones de dólares (mdd) y comparte con Trump el proyecto de modificar o desaparecer el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) porque supuestamente solo beneficia a México, aunque en realidad el propósito de fondo del gobierno estadounidense consiste en establecer nuevas reglas que beneficien más a las grandes empresas de EE. UU.

Cómo estuvo la maniobra

Un cable de la agencia de noticias Reuters, fechado el siete de marzo de 2017, reveló la decisión del gobierno mexicano tras enterarse, por vía de un documento de la Cámara Azucarera –seguramente filtrado– en el que se reflexiona sobre la necesidad de cancelar temporalmente los permisos de exportación porque Wilbur Ross había sido presionado por los azucareros estadounidenses y el USDOC estaba exigiendo esa medida al secretario de Economía de México.

El argumento del USDOC fue que debían detenerse los envíos mexicanos porque estaba por cubrirse el 55 por ciento del estimado WASDE –medida usada en el comercio internacional– que debía alcanzarse hasta el 31 de marzo, según el periodo fijado por el propio USDOC.

En suma, argüía que EE. UU. recibiría el azúcar mexicano, pero hasta abril, pese a las repercusiones causadas a los productores mexicanos, cuya industria genera más de 900 mil empleos directos y al menos 2.2 millones de indirectos, y cuya actividad produce el 0.4 por ciento del producto interno bruto (PIB), según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).

La nota de Reuters citó “fuentes anónimas” procedentes del sector azucarero estadounidense, para indicar que éstos presionaron al USDOC, porque tenían problemas para sostener sus precios en el mercado local y la entrada de azúcar mexicana derribaría éstos y sus ganancias.

Es decir, los empresarios de EE. UU. empujaron a Ross y al USDOC para que presionara al gobierno mexicano para la cancelación de esas exportaciones.

La misma agencia informativa recordó que en 2016 la American Sugar Coalition (ASC), la principal corporación azucarera estadounidense, presionó al USDOC para que reventara un acuerdo suscrito por México y EE. UU. en 2014, que regula las importaciones de azúcar mexicano y que pese a serles ventajoso en todo les resulta inconveniente.

Esa nación es deficitaria en este producto y el jarabe de fructuosa -extraído de maíz amarillo para uso industrial y doméstico- no logran competir en calidad y precio con el endulzante mexicano en su propio mercado, razón por la que se ha convertido en una “piedra en sus zapatos”.

Bajo amenaza

En marzo de 2014 la ASC recurrió incluso a una denuncia mentirosa que sin cortapisas avaló el USDOC: que el azúcar mexicano estaba siendo subsidiado por el gobierno y que por ello ingresaba a bajo precio en su mercado.

La única verdad era que el producto mexicano golpeaba sus bolsillos. No obstante, este hecho, el USDOC advirtió al gobierno de México que haría una investigación de la denuncia de la ASC ante un tribunal corporativo encabezado por barras de abogados, la mayoría de cuyos miembros están al servicio de las grandes empresas de EE. UU.

Es decir, con este procedimiento “legal” el USDOC estaba anunciando por anticipado que el fallo sería contrario a los empresarios mexicanos, quienes tendrían que ser sancionados con una millonaria suma en dólares por multas e indemnizaciones a las compañías estadounidenses afectadas por la competencia del azúcar mexicano. Así son las reglas del “arbitraje” impuestas por las trasnacionales estadounidenses y aceptadas por México.

Además, sin hacer indagatoria alguna ni confirmar nada sobre la falacia denunciada por la ASC, el USDOC determinó el 26 de agosto de 2014 imponer “de manera preliminar” aranceles del 14.87 al 17.01 por ciento, a las exportaciones mexicanas.

Además, fijó un precio base para la compra de azúcar mexicana de 0.2357 dólares la libra de refinada y 0.2075 sin refinar, con el fin de encarecer el precio de la primera, alentar el envío de la segunda y dar ventajas a los productores locales.

Hacia finales del año 2014, a pesar de los abusos y de saber que el argumento de fondo en la denuncia de la ASC era mentira, el gobierno mexicano solicitó al USDOC suspender la indagatoria y negociar.

El resultado de la nueva negociación derivó en un acuerdo alterno entre ambos gobiernos por medio del cual los industriales del jarabe de fructuosa de EE. UU. seguirían enviando anualmente a México un millón 400 mil toneladas de este producto, que sí está subsidiado por Washington.

De acuerdo con Carlos Blackaller, dirigente de la Unión Nacional de Cañeros (UNC), estas importaciones de jarabe han ocasionado a los azucareros mexicanos pérdidas por 15 mil millones de pesos de 2008 a la fecha.

Además de esta condición, el USDOC impuso al azúcar mexicano nuevas y predeterminadas cuotas de exportación, otros precios base y aranceles que, como pudo verse el pasado siete de marzo, colocaron a los productores mexicanos en la posibilidad de ver bloqueado su acceso al mercado estadounidense y someterse a los vaivenes especulativos de los azucareros gringos, so pena de exponerse a sanciones económicas millonarias de sus “tribunales” corporativos.

En la actualidad, el comercio de azúcar mexicano a EE. UU. y de fructosa estadounidense hacia México no tiene nada que ver con el TLCAN, ni con las Cartas Paralelas firmadas por el entonces titular de Secretaría de Comercio de México en 1993, Jaime Serra Puche. Es decir, que únicamente está regulado por el acuerdo que el gobierno federal suscribió en 2014 con la mafia azucarera gringa con la mediación y las amenazas del USDOC.

Víctor Suárez Carrera, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo (ANEC), explicó a buzos que este acuerdo se realizó con base en las amenazas de la ASC y el USDOC y las insólitas cesiones a la soberanía que el gobierno de México hizo en 1993, dentro del marco legal del TLCAN, al aceptar someterse al arbitraje de “tribunales” de comercio estadounidenses integrados por abogados que están al servicio de las empresas trasnacionales.

“Es parte de lo que acordó de manera subordinada el gobierno mexicano en el capítulo 11 del TLCAN, en donde se acepta dar trato nacional a la inversión extranjera y que la solución de controversias entre la inversión extranjera y el gobierno mexicano se dirimirían en tribunales privados con sede en Nueva York, con jueces o árbitros que tiene el propio sector corporativo.

Es decir, hay conflicto de interés, pues son jueces y parte, y normalmente esos juicios arbitrales siempre dan la razón a las corporaciones haciendo perder los casos a los gobiernos.

Y esto lo aceptó México en el TLCAN, y ya lo había aceptado con más vehemencia en el TPP, que afortunadamente está muerto. Pueden demandar sobre lo que ellos pensaban invertir y pensaban ganar. Sobre eso demandan, como una expropiación indirecta, y piden indemnización para que el gobierno les pague las ganancias que esperaban para los siguientes 15 o 20 años”, explicó Suárez Carrera.

Supeditación

A consecuencia de la suspensión de las exportaciones del siete de marzo pasado, barcos repletos de azúcar se quedaron varados en puertos nacionales, mientras los dueños de las cargas buscaban una forma de entregar su producto en EE. UU. En Puerto Progreso, Yucatán, se quedó anclada una nave con 25 mil toneladas de azúcar con un valor de seis millones de dólares.

El producto provenía de los 11 ingenios de la empresa Beta San Miguel, localizados entre Tabasco y Quintana Roo, informó Javier Villanueva Pérez Abreu, presidente de la Asociación de Agentes Aduanales de Yucatán (AAAY). La Cámara de la Industria Azucarera (CIA) reportó el 10 de marzo que fueron 54 los permisos de exportación cancelados a 23 ingenios, cuya carga global fue de entre 100 mil y 120 mil toneladas de azúcar.

Carlos Blackaller, presidente de la UNC, ha advertido desde julio de 2016 que los azucareros estadounidenses quieren reducir la presencia del azúcar refinado mexicano en su mercado local. El tope de exportaciones mexicanas en el acuerdo de 2014 fue fijado por el USDOC en un millón 100 mil toneladas anuales, de las cuales el 53 por ciento sería refinada y el 47 por ciento morena o cruda. Ahora quieren el 80 por ciento de morena y solo el 20 por ciento refinada.

Los industriales de EE. UU. quieren más azúcar mexicana cruda para refinarla en su país, a fin de obtener más ganancias con base en este valor agregado.

Es un caso similar de lo que ocurre con el petróleo mexicano, el cual se importa crudo para convertirlo en gasolinas y aceites en el país vecino, lo cual se realiza con el acuerdo insólito de los gobiernos mexicanos, que han renunciado a la industrialización de sus productos naturales.

Como puede percibirse, la afirmación del actual presidente de EE. UU., Donald Trump, de que México ha abusado de la “bondad” de su país con el TLCAN, forma parte de la misma retórica de los industriales azucareros gringos.

Algunos de ellos, como Sweetener Users e Imperial Sugar, integrantes de la ASC, usan el azúcar como un commodity (valor financiero) para obtener ganancias adicionales a las comerciales mediante la especulación y el uso de las mentiras en contra de países productores como México.

Ante aquellos abusos de EE. UU. con el azúcar en 2014, lo más que hizo el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, fue expresar que imponer aranceles al endulzante iba en contra del TLCAN, por lo que México acudiría ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) para defender a sus productores, en tanto que los industriales mexicanos exigieron al gobierno que aplicara aranceles a la fructosa estadounidense que ingresa profusamente al país sin pagar prácticamente nada. Finalmente, todo ha quedado en el aire.

Tibieza

Con el pretexto del TLCAN, México, país petrolero, terminó importando gasolina refinada de EE. UU.; de ser superavitario en la producción de maíz blanco, extrañamente se ha convertido en deficitario en amarillo, que es de segunda clase, se usa para alimento animal y se compra a EE. UU. el 70 por ciento de su producción, mientras este país se ha convertido en exportador mundial de este producto, que además usa para fabricar jarabe que México importa por “obligación”, pese a que es autosuficiente en endulzantes.

Es decir, México compra jarabe de fructuosa subsidiado de EE. UU. pese a que su población no lo necesita, pero resulta indispensable, por ser más barato, para uso de corporativos trasnacionales alimentarios como Coca Cola y otros que fabrican pan y galletas.

“En el tema del azúcar el TLCAN no necesariamente determina el libre comercio, ya que EE. UU. pone limitaciones a la compra de azúcar, en cuyo caso el tratado no tiene validez. Para EE. UU. proteger a sus productores y sus precios nacionales ha sido una de sus prioridades.

Pero en México no: nuestros gobiernos no han tenido esa voluntad para proteger nuestros precios nacionales y aumentar la productividad del campo. Ése también es el caso de la manzana, la fruta más importada de EE. UU.: cayeron los precios nacionales del producto, especialmente en Chihuahua, porque los productores del país vecino presionaron al gobierno mexicano y éste impuso una cuota a las importaciones de este fruto”, dijo a buzos la ingeniera agrónoma, Rosario Castro, del Observatorio de Precios de la organización de El Barzón.

Castro indicó que el costo por el conflicto del azúcar se transfiere a los bolsillos de los consumidores mexicanos. “El precio del azúcar ha aumentado desde el año pasado, de 10.00 pesos en 2016 a 21.00 pesos por kilo en 2017.

En realidad, el precio nacional debería disminuir, porque hay excedentes, pero no es el caso; finalmente el consumidor es el que paga el precio por las deficientes prácticas comerciales internas e internacionales. Lo que necesitamos es que en nuestro país también se protejan nuestros productos nacionales y, por lo tanto, los precios al productor y al consumidor final”.

En los hechos, los mexicanos tienen resuelta su demanda interna de azúcar y no necesitan importar jarabe de fructuosa, que solamente tiene usos industriales para la elaboración de Coca Cola y otros refrescos, galletas, pan de caja y pastelillos, entre otros. Al país entran un millón 400 mil toneladas de jarabe de fructosa de maíz y el gobierno parece atado de manos con el argumento de cumplir el TLCAN que EE. UU. jamás ha cumplido.

El 16 de mayo de 2016, Daniel Pérez Valdés, presidente de la Unión Nacional de Productores de Caña de Azúcar (UNPCA) de la Confederación Nacional Campesina (CNC), anticipó que en 2016 se producirían seis millones 100 mil toneladas de azúcar, suficientes para garantizar el abasto nacional.

El 13 de febrero de 2017, la Unión Nacional de Productores de Caña (CNPR) reportó una baja de 16 mil toneladas en el ciclo 2016-2017, pero confirmó que la producción para el final del ciclo sería de 6.3 millones de toneladas. Es decir, el abasto nacional está garantizado y hay producción suficiente para exportar y crear reserva.

De esta producción nacional, que ronda en los seis millones de toneladas al año, se exportan, según datos de diciembre pasado, un millón 100 mil toneladas anuales (el tope fijado por el USDOC). De acuerdo con datos de la CNPR, se satisface completamente la demanda nacional de 4.2 millones de toneladas, y el resto queda como reserva estratégica.

Las regulaciones impuestas en 2014 por el USDOC en beneficio de los intereses de sus industriales, han mostrado sus efectos: Según datos de la Secretaría de Agricultura mexicana, en la zafra 2015-2016 México exportó un millón 111 mil toneladas de azúcar a EE. UU., lo que representó un 14.9 por ciento menos que en el ciclo anterior.

Abuso tras abuso

En el caso del azúcar, EE. UU. no cumplió con las “cartas paralelas” acordadas por Jaime Serra Puche en 1993 con el entonces titular del USDOC, Micheal Kantor, que consistía en un pacto alterno al TLCAN sobre el azúcar. “Es una falacia que el TLCAN ha servido a los intereses del campo mexicano y que solamente ha beneficiado a los exportadores; sobre todo ha beneficiado a los grandes intereses de los corporativos”, expuso Suárez.

En rigor, los industriales azucareros y el gobierno estadounidense han impuesto sus reglas incuso más allá del TLCAN. “(…) A partir de la entrada en vigor del TLCAN, en enero de 1994, México acordó la exportación a EE. UU. de 25 mil toneladas de azúcar durante los primeros seis años de operación del Tratado, para posteriormente, y comprobando una producción excedente de dos años, exportar sin límite la sobreproducción de azúcar de ese país; sin embargo en el año 2000, EE. UU. anunció que la cuota máxima de exportación de azúcar originaria de México sería de 116 mil toneladas, violando los acuerdos firmados (…)”, se señala en la página siete del estudio La agroindustria azucarera en México, elaborado por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados (CEFP/039/2001).

En la página 17 se describe el contraste con el jarabe de fructuosa estadounidense: “(…) Hasta 1994, la importación de jarabes fructosados de EE. UU. estaba limitada por barreras arancelarias, pero con la firma del TLCAN se acordó desgravar gradualmente la importación de sus productos agrícolas, e implícitamente se aceptó una competencia desigual (…).

Puede anotarse que EE. UU. es deficitario en azúcar refinada y la que produce sale de 12 refinerías y 34 ingenios encargados de procesar caña; el 51 por ciento de su producto procede de Florida; el 38 por ciento de Louisiana; el ocho por ciento de Hawai y el resto de Texas, pero no alcanza para satisfacer su demanda interna.

El jarabe de fructosa extraído del maíz amarillo se produce en 17 refinerías. Su demanda interna la complementa con azúcar importada de México, y en parte con su jarabe, cuyos excedentes envía al extranjero, especialmente a nuestro país.

En 1996, tras la entrada en vigor del TLCAN el 1º de enero de 1994, México comenzó a utilizar ese jarabe de fructosa de maíz de EE. UU., que se produce con subsidios y se exporta a nuestro país a bajo costo para sustituir el azúcar nacional en la industria alimentaria, también en poder de varias empresas trasnacionales estadounidenses.

Debilidad

Lo que viene para México, advirtió Víctor Suárez de la ANEC, es una renegociación del TLCAN que no debería llevarse al cabo. El problema con el azúcar es apenas un ejemplo de lo que puede ocurrir.

El panorama es muy adverso. “Cuando se negoció el TLCAN, hace más de 22 años, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari estaba debilitado, pero no tanto como el actual gobierno de Enrique Peña Nieto; y Salinas tenía como contraparte a un gobierno de EE. UU. adverso, pero no tanto como el que ahora tenemos con Trump.

Esto quiere decir que hoy una renegociación del TLCAN en las condiciones de debilidad de un gobierno como el de Peña Nieto, y de hostilidad como el gobierno de Trump, nos augura una pésima negociación y pésimas noticias.

“Quiere decir que tendremos lo peor del TLCAN y, aún más, como poner a negociación el petróleo, la privatización de servicios públicos, servicios de salud, agua; el uso de transgénicos, y en materia de seguridad, la posibilidad del establecimiento de un Plan Colombia para México, con bases militares en el país. Es decir, nos augura lo peor”, advirtió Suárez

Y se pronunció por el reemplazo de ese mal acuerdo “por otro entre México, EE. UU. y Canadá que tenga otros principios, como son respeto a la soberanía nacional, al derecho al desarrollo para nuestro país, a los derechos humanos, a los campesinos, a la soberanía alimentaria, a las normas ambientales, y una estrategia de largo plazo para la complementación y eliminación de prácticas ilegales de comercio como dumping o las prácticas de monopolio”, enfatizó.